miércoles, 18 de septiembre de 2019

Alonso Cueto

Alonso Cueto


Por Miguel Ildefonso y Gabriel Ruiz-Ortega

Se ha hablado mucho de la Generación perdida y su influencia en los narradores del boom, y es conocida la influencia de James Joyce en la obra de William Faulkner. Se ha hablado poco, sin embargo, de la tradición de la que se nutrieron Fitzgerald, Dos Passos, Hemingway (miembros de esa generación) y Faulkner. ¿Podría mostrarnos un panorama de esta tradición muchas veces soslayada?

La literatura norteamericana tiene una tradición de enorme valor y densidad desde muy pronto en el siglo diecinueve. Hay que recordar que hacia mediados de ese siglo ya han escrito su obra Nathaniel Hawthorne, Emily Dickinson y Edgar Allan Poe. Walt Whitman, que nace en 1819, escribirá su gran obra a todo lo largo de ese siglo. Por otro lado, Moby Dick —a mi juicio uno de los mejores logros de una novela en cualquier época—, aparece en 1851. Moby Dick, un libro dedicado a Nathaniel Hawthorne, es en cierto sentido un gran ejemplo de un tema muy norteamericano, pues tiene que ver con el descubrimiento que los colonos hacen de la naturaleza y su necesidad de doblegarla y vencerla. El capitán Ahab tiene por el monstruo marino una fascinación que lo lleva a buscarlo en el mar. El mar, como la naturaleza en los ensayos de Emerson y Thoreau, es una zona misteriosa, excepto que el misterio de Melville es un misterio maligno, similar al de Hawthorne. Su épica se ubica en el contexto de un país que descubre la naturaleza que lo rodea y que la imagina como una fuerza maligna y todopoderosa. A su vez, el capitán Ahab es un ejemplo norteamericano de un país en expansión: expresa el apogeo de la voluntad.

El libro fue recibido con indiferencia, como ocurre con algunas obras maestras, y Melville se dedicó a escribir las Piazza Tales. Una de ellas, la ahora famosa “Bartleby, the scrivener”, es la versión contraria a la épica de Ahab: si éste representaba el apogeo de la voluntad, Bartleby expresa el valor escéptico de la inactividad. “Bartleby” es la historia de un copista que contesta a todos los pedidos de su jefe con una frase hoy famosa: “Preferiría no hacerlo”.

Melville es el autor, a la vez, de la gran épica basada en la locura perversa del héroe y de la pequeña gesta lúcida pero absurda del escéptico moderno. Esa doble tradición es esencial porque del “lado Moby Dick” de Melville surge gran parte de las novelas de Steinbeck (Las uvas de la ira es también una gesta de los desposeídos) y por supuesto las historias del mar y de la guerra de Hemingway. Sin embargo, del “lado Bartleby” de Melville surge una tradición moderna que prefigura por cierto a los personajes de Kafka y de Beckett en Europa pero que en la literatura norteamericana ha encontrado su expresión en Carver y Richard Ford. En esta tradición, la figura de Sherwood Anderson es esencial. Aunque no fue un gran escritor, Anderson fue una figura importante tanto para Faulkner como para Hemingway, aunque ambos después renegaron de su influencia.

¿Considera que la permanencia en Europa por parte de los integrantes de la llamada Generación perdida fue clave para insuflar con nuevos aires, ya sea temáticos o estilísticos, a la narrativa norteamericana?

Europa siempre ha sido una tentación para la literatura norteamericana, un rasgo que comparte con otras literaturas periféricas como la rusa y la latinoamericana. El gran escritor americano que vivió en Europa fue sin duda Henry James. Fitzgerald fue en cierto sentido un escritor más europeo que Hemingway, pues Jay Gatsby podría haber sido hasta cierto punto un noble inglés en una mansión antigua. Sin embargo hay un elemento que hace de Fitzgerald un escritor norteamericano: la pasión que siente por el dinero. Para Fitzgerald, como para parte de la tradición norteamericana, el dinero no sólo es social sino también moral. Quien lo tiene es superior.

En una ocasión Fitzgerald le dijo a Hemingway que los ricos son personas distintas. Sí, tienen más dinero, contestó Hemingway. Lo que quería decir Fitzgerald era obviamente que pertenecían a un nivel superior. Ahora se ha sabido que Fitzgerald intervino decisivamente en la forma final de Fiesta, que para mí es una gran novela. Fitzgerald le dijo a Hemingway que suprimiera la primera parte del libro, lo que Hemingway hizo, logrando así que fuera un comienzo mucho más natural. Hemingway siempre negó esa participación de Fitzgerald, pero los papeles descubiertos a su muerte prueban la participación de Fitzgerald.

Volviendo a la pregunta, creo que lo que más le interesaba a Hemingway de Europa y del África era la muerte: los toros, las guerras, los safaris peligrosos. Fitzgerald estaba interesado en la fineza y en la cultura, que él consideraba no tenía a su alcance en Estados Unidos.

Por la temática de la denuncia social que se deja ver en las novelas de John Dos Passos, ya sea apelando al uso de monólogos interiores y fragmentos de canciones vernaculares  o por ese afán de registrar toda una época, y siendo él uno de los autores más mentados pero a la vez menos leídos, ¿hasta qué punto cree que Dos Passos pudo influir en narradores tanto americanos como europeos?

Dos Passos está presente en muchos escritores pues su influencia es más importante a mi juicio que su obra. Creo que nadie ha dado tanta vida a una ciudad como él lo hizo en Manhattan Transfer. Sus novelas pueden parecer hoy farragosas y demasiado extensas, pero la inclusión de lemas publicitarios, la reproducción de la atmósfera de una estación de autobús, el ruido de la calle, todos estos elementos están en él, y en gran parte de las obras urbanas que se han escrito luego en la América Latina y en Estados Unidos.

¿Cómo —y en quiénes— se puede apreciar la influencia de los narradores norteamericanos en nuestra tradición?

Bueno, creo que Faulkner es muy importante en la obra de Carlos Eduardo Zavaleta, que ha sabido adaptar sus técnicas a una realidad local. Las sagas familiares de la obra de Miguel Gutiérrez también tienen influencia de Faulkner. Hemingway y sus épicas personales están muy presentes en el estilo y los personajes de Guillermo Niño de Guzmán. Salinger y Fitzgerald, con su simpleza llena de poesía, aparecen claramente en los cuentos de Fernando Ampuero. Carver y Ford aparecen en los interesantes cuentos de Giovanna Pollarollo. Henry James ha sido siempre un ejemplo para Alfredo Bryce, no en su estilo por supuesto, pero sí en su concepción de americanos en Europa. Para James, el descubrimiento de lo americano en sus personajes se da cuando viven en Europa; un descubrimiento que muy bien podría ser el de los personajes de Bryce. Creo también, que Faulkner es un autor esencial en gran parte de la obra de Vargas Llosa aunque sin embargo creo que no coincide con su metafísica. Para Faulkner el destino de un personaje está marcado de antemano, mientras que los personajes de Vargas Llosa son precisamente los que buscan liberarse de su destino.

Vladimir Nabokov es un autor que escribió en inglés gran parte de su obra. Todos lo conocemos por Lolita, pero nos gustaría que nos hable de la trascendencia de Pálido fuego.

Tengo un recuerdo muy lejano de Pálido fuego pero creo que Lolita es una de las más grandes novelas que se han escrito en Estados Unidos. Nabokov es el ejemplo de un escritor moderno que nace en Rusia, asume el alemán cuando vive en Berlín y luego el inglés, idioma en el que escribe toda la última parte de su obra. Lolita, que su esposa Vera salvó alguna vez de las llamas, es sin embargo la novela de un escritor que busca ser insertado en la tradición norteamericana de la novela “on the road”, es decir ‘en la carretera’, un género muy común en la novela y el cine norteamericanos. Al final de su vida, sin embargo, Nabokov se dio cuenta de que era un europeo. Vivió los últimos dieciocho años en Suiza y hoy es, con Conrad, uno de los maestros de la lengua inglesa como idioma aprendido.

¿Cómo ve el panorama de la narrativa norteamericana actual? ¿Qué están escribiendo? ¿Qué autores son los que más lee?

Jonathan Frazer, con Las correcciones, es sin duda uno de los autores más importantes. Los cuentos de Lorrie Moore en Pájaros de América y en Autoayuda me parecen magistrales, lo mismo que toda la obra de Richard Ford y por supuesto la de Raymond Carver. Una cuentista canadiense, Alice Munro, también ha escrito algunos de los cuentos más conmovedores que he leído últimamente. Dennis Johnson, con Hijo de Jesús, es un magnífico escritor. Pero sin duda Philip Roth y William Styron son los autores vivos más importantes.

¿Qué escritores norteamericanos cree que estén más presentes en su obra?


Henry James ha sido para mí una lectura importantísima. Creo que ningún otro autor norteamericano ha descrito con tanta minuciosidad y a la vez tanta intensidad la épica interior. Sus personajes parecen siempre estar destinados a una acción de la que no se sienten capaces, y los procesos de deliberación y de duda a los que se someten están escritos en una lengua obsesiva y lúcida que los hace inolvidables. Su gran tema es un tema moderno: la pasión por la renuncia. Es curioso, porque es el autor de la conciencia pero al mismo tiempo sus acciones están contadas con una claridad visual muy definida. Esta última es la razón por la que se han podido adaptar muchas películas suyas al cine. Recuerdo mucho mi impresión al terminar mi primer libro suyo, Los papeles de Aspern. Desde ese día he leído todo lo que he encontrado sobre él, que es mucho, y lo releo de vez en cuando. Siempre ha estado a la altura de esa primera vez. Cada vez que lo leo, escribe mejor.

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