Alonso Cueto
Por Miguel Ildefonso y Gabriel
Ruiz-Ortega
Se ha hablado mucho
de la Generación perdida y su influencia en los narradores del boom, y es
conocida la influencia de James Joyce en la obra de William Faulkner. Se ha
hablado poco, sin embargo, de la tradición de la que se nutrieron Fitzgerald,
Dos Passos, Hemingway (miembros de esa generación) y Faulkner. ¿Podría
mostrarnos un panorama de esta tradición muchas veces soslayada?
La literatura norteamericana tiene
una tradición de enorme valor y densidad desde muy pronto en el siglo
diecinueve. Hay que recordar que hacia mediados de ese siglo ya han escrito su
obra Nathaniel Hawthorne, Emily Dickinson y Edgar Allan Poe. Walt Whitman, que
nace en 1819, escribirá su gran obra a todo lo largo de ese siglo. Por otro
lado, Moby Dick —a mi juicio uno de los mejores logros de una novela en
cualquier época—, aparece en 1851. Moby Dick, un libro dedicado a Nathaniel
Hawthorne, es en cierto sentido un gran ejemplo de un tema muy norteamericano,
pues tiene que ver con el descubrimiento que los colonos hacen de la naturaleza
y su necesidad de doblegarla y vencerla. El capitán Ahab tiene por el monstruo
marino una fascinación que lo lleva a buscarlo en el mar. El mar, como la
naturaleza en los ensayos de Emerson y Thoreau, es una zona misteriosa, excepto
que el misterio de Melville es un misterio maligno, similar al de Hawthorne. Su
épica se ubica en el contexto de un país que descubre la naturaleza que lo
rodea y que la imagina como una fuerza maligna y todopoderosa. A su vez, el
capitán Ahab es un ejemplo norteamericano de un país en expansión: expresa el
apogeo de la voluntad.
El libro fue
recibido con indiferencia, como ocurre con algunas obras maestras, y Melville
se dedicó a escribir las Piazza Tales. Una de ellas, la ahora famosa “Bartleby,
the scrivener”, es la versión contraria a la épica de Ahab: si éste
representaba el apogeo de la voluntad, Bartleby expresa el valor escéptico de
la inactividad. “Bartleby” es la historia de un copista que contesta a todos
los pedidos de su jefe con una frase hoy famosa: “Preferiría no hacerlo”.
Melville es el autor, a la vez, de
la gran épica basada en la locura perversa del héroe y de la pequeña gesta
lúcida pero absurda del escéptico moderno. Esa doble tradición es esencial
porque del “lado Moby Dick” de Melville surge gran parte de las novelas de
Steinbeck (Las uvas de la ira es también una gesta de los desposeídos) y por
supuesto las historias del mar y de la guerra de Hemingway. Sin embargo, del
“lado Bartleby” de Melville surge una tradición moderna que prefigura por cierto
a los personajes de Kafka y de Beckett en Europa pero que en la literatura
norteamericana ha encontrado su expresión en Carver y Richard Ford. En esta
tradición, la figura de Sherwood Anderson es esencial. Aunque no fue un gran
escritor, Anderson fue una figura importante tanto para Faulkner como para
Hemingway, aunque ambos después renegaron de su influencia.
¿Considera que la
permanencia en Europa por parte de los integrantes de la llamada Generación
perdida fue clave para insuflar con nuevos aires, ya sea temáticos o
estilísticos, a la narrativa norteamericana?
Europa siempre ha sido una tentación
para la literatura norteamericana, un rasgo que comparte con otras literaturas
periféricas como la rusa y la latinoamericana. El gran escritor americano que vivió
en Europa fue sin duda Henry James. Fitzgerald fue en cierto sentido un
escritor más europeo que Hemingway, pues Jay Gatsby podría haber sido hasta
cierto punto un noble inglés en una mansión antigua. Sin embargo hay un
elemento que hace de Fitzgerald un escritor norteamericano: la pasión que
siente por el dinero. Para Fitzgerald, como para parte de la tradición
norteamericana, el dinero no sólo es social sino también moral. Quien lo tiene
es superior.
En una ocasión Fitzgerald le dijo a
Hemingway que los ricos son personas distintas. Sí, tienen más dinero, contestó
Hemingway. Lo que quería decir Fitzgerald era obviamente que pertenecían a un
nivel superior. Ahora se ha sabido que Fitzgerald intervino decisivamente en la
forma final de Fiesta, que para mí es una gran novela. Fitzgerald le dijo a
Hemingway que suprimiera la primera parte del libro, lo que Hemingway hizo,
logrando así que fuera un comienzo mucho más natural. Hemingway siempre negó
esa participación de Fitzgerald, pero los papeles descubiertos a su muerte
prueban la participación de Fitzgerald.
Volviendo a la pregunta, creo que lo
que más le interesaba a Hemingway de Europa y del África era la muerte: los
toros, las guerras, los safaris peligrosos. Fitzgerald estaba interesado en la
fineza y en la cultura, que él consideraba no tenía a su alcance en Estados
Unidos.
Por la temática de la denuncia
social que se deja ver en las novelas de John Dos Passos, ya sea apelando al
uso de monólogos interiores y fragmentos de canciones vernaculares o por ese afán de registrar toda una época, y
siendo él uno de los autores más mentados pero a la vez menos leídos, ¿hasta
qué punto cree que Dos Passos pudo influir en narradores tanto americanos como
europeos?
Dos Passos está presente en muchos
escritores pues su influencia es más importante a mi juicio que su obra. Creo
que nadie ha dado tanta vida a una ciudad como él lo hizo en Manhattan
Transfer. Sus novelas pueden parecer hoy farragosas y demasiado extensas, pero
la inclusión de lemas publicitarios, la reproducción de la atmósfera de una
estación de autobús, el ruido de la calle, todos estos elementos están en él, y
en gran parte de las obras urbanas que se han escrito luego en la América
Latina y en Estados Unidos.
¿Cómo —y en
quiénes— se puede apreciar la influencia de los narradores norteamericanos en
nuestra tradición?
Bueno, creo que Faulkner es muy
importante en la obra de Carlos Eduardo Zavaleta, que ha sabido adaptar sus
técnicas a una realidad local. Las sagas familiares de la obra de Miguel
Gutiérrez también tienen influencia de Faulkner. Hemingway y sus épicas
personales están muy presentes en el estilo y los personajes de Guillermo Niño
de Guzmán. Salinger y Fitzgerald, con su simpleza llena de poesía, aparecen
claramente en los cuentos de Fernando Ampuero. Carver y Ford aparecen en los
interesantes cuentos de Giovanna Pollarollo. Henry James ha sido siempre un
ejemplo para Alfredo Bryce, no en su estilo por supuesto, pero sí en su
concepción de americanos en Europa. Para James, el descubrimiento de lo
americano en sus personajes se da cuando viven en Europa; un descubrimiento que
muy bien podría ser el de los personajes de Bryce. Creo también, que Faulkner
es un autor esencial en gran parte de la obra de Vargas Llosa aunque sin
embargo creo que no coincide con su metafísica. Para Faulkner el destino de un
personaje está marcado de antemano, mientras que los personajes de Vargas Llosa
son precisamente los que buscan liberarse de su destino.
Vladimir Nabokov es un autor que
escribió en inglés gran parte de su obra. Todos lo conocemos por Lolita, pero
nos gustaría que nos hable de la trascendencia de Pálido fuego.
Tengo un recuerdo muy lejano de
Pálido fuego pero creo que Lolita es una de las más grandes novelas que se han
escrito en Estados Unidos. Nabokov es el ejemplo de un escritor moderno que
nace en Rusia, asume el alemán cuando vive en Berlín y luego el inglés, idioma
en el que escribe toda la última parte de su obra. Lolita, que su esposa Vera
salvó alguna vez de las llamas, es sin embargo la novela de un escritor que
busca ser insertado en la tradición norteamericana de la novela “on the road”,
es decir ‘en la carretera’, un género muy común en la novela y el cine
norteamericanos. Al final de su vida, sin embargo, Nabokov se dio cuenta de que
era un europeo. Vivió los últimos dieciocho años en Suiza y hoy es, con Conrad,
uno de los maestros de la lengua inglesa como idioma aprendido.
¿Cómo ve el
panorama de la narrativa norteamericana actual? ¿Qué están escribiendo? ¿Qué
autores son los que más lee?
Jonathan Frazer, con Las
correcciones, es sin duda uno de los autores más importantes. Los cuentos de
Lorrie Moore en Pájaros de América y en Autoayuda me parecen magistrales, lo
mismo que toda la obra de Richard Ford y por supuesto la de Raymond Carver. Una
cuentista canadiense, Alice Munro, también ha escrito algunos de los cuentos
más conmovedores que he leído últimamente. Dennis Johnson, con Hijo de Jesús,
es un magnífico escritor. Pero sin duda Philip Roth y William Styron son los autores
vivos más importantes.
¿Qué escritores
norteamericanos cree que estén más presentes en su obra?
Henry James ha sido para mí una
lectura importantísima. Creo que ningún otro autor norteamericano ha descrito
con tanta minuciosidad y a la vez tanta intensidad la épica interior. Sus
personajes parecen siempre estar destinados a una acción de la que no se
sienten capaces, y los procesos de deliberación y de duda a los que se someten
están escritos en una lengua obsesiva y lúcida que los hace inolvidables. Su
gran tema es un tema moderno: la pasión por la renuncia. Es curioso, porque es
el autor de la conciencia pero al mismo tiempo sus acciones están contadas con
una claridad visual muy definida. Esta última es la razón por la que se han
podido adaptar muchas películas suyas al cine. Recuerdo mucho mi impresión al
terminar mi primer libro suyo, Los papeles de Aspern. Desde ese día he leído
todo lo que he encontrado sobre él, que es mucho, y lo releo de vez en cuando.
Siempre ha estado a la altura de esa primera vez. Cada vez que lo leo, escribe
mejor.
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