Iván Thays
Se dice que la
última generación de narradores es parricidas, ¿consideras que los nuevos
narradores, en su mayoría, hacen gala de este código de barras literario?
Me parece que el parricidio se está
dando, actualmente, más en los poetas recientes antes que en los narradores,
que somos más silenciosos en ese sentido mediático. En todo caso, más que
parricidio la conducta más usual es fraticida porque lo que noto mucho es el
ansia de algunos autores tumbarse al contemporáneo, al que está al lado
empezando a recorrer el mismo camino literario, antes que al padre que está ya
instaurado y parece imbatible.
Por tus
comentarios, uno puede colegir que tienes una predilección por lo libresco, en
el buen sentido, que se hace patente en tus novelas como La disciplina de la
vanidad, en la que se acrisolan una serie de tendencias de las que has bebido,
Tolstoi, Nabokov, Pitol, y en El viaje interior se deja sentir tu admiración
por Lawrence Durrel, ¿tus próximos libros seguirán por esta ruta? ¿Cuáles son
los temas que te llaman la atención para tu siguiente novela?
En realidad, no sé hacia dónde me
conducirán mis próximos libros. O hacia donde los conduciré yo, más
propiamente. Es cierto que la experiencia de lector es la que más recrea mi
imaginación, pero no creo que mis libros sean literatura para literatos, salvo
quizá el último, La disciplina de la vanidad, que fue el resultado de un
estímulo muy concreto y una experiencia irrepetible.
Hace poco
declaraste en una entrevista (El Dominical) que trabajas para una entidad
pública ya que eres consciente de que es imposible vivir de la literatura,
sumado al hecho que diriges tu programa televisivo, entre todas estas
actividades, ¿cómo te las arreglas para leer y escribir? ¿Podrías hablarnos de
tu método de trabajo?
Además de los empleos que has
mencionado, tengo otros como el de comentarista de libros en “Caretas” y el de
profesor de talleres de literatura. Leer es una actividad urgente y siempre me
he dado maña para cumplirla, robando espacios que podrían estar dedicados a
dormir o ver TV, por ejemplo. Y en cuanto a la escritura, felizmente soy
insomne y la madrugada es la mejor consejera literaria que existe.
Ya sea por tus
declaraciones y lectura entre líneas de tus libros, puedo decir que sientes una
admiración por la obra de Luis Loayza, Calderón Fajardo, Abraham Valdelomar,
Martín Adán, y, por supuesto, Nabokov, ¿cuánto han influido estos u otros
narradores en tu literatura?
Nabokov es, de lejos, el que más ha
influido. No solo en estilo, humor y tema, sino sobre todo en una forma de
entender la literatura que siempre tuve de manera desordenada –antes de leerlo
incluso- pero solo con sus declaraciones y libros finalmente pude sistematizar
y entender a cabalidad. En cuanto al resto de autores, si te das cuenta lo que
los une es una voluntad de no describir la realidad de manera costumbrista sino
de transformarla a través del lenguaje, especialmente, o de la imaginación, y
eso es lo que más admiro de un escritor e intento hacer en mi obra.
La crítica te ha
tratado bien, sin embargo, en una sociedad marcada por los intereses en la que
muchos sueñan con ser parte de la parrillada literaria de egos, ¿consideras que
eres dueño de un poder al ser prácticamente el difusor televisivo del único
programa dedicado a la literatura?
Desde luego que es un poder, pero he
intentado usarlo de la manera más honesta posible. A pesar de las críticas sobre
mi supuesta voluntad de “marketearme” siempre, si uno observa el programa verá
que jamás se ha aludido en él a mi obra e incluso cuando un autor lo hace, si
es posible borro esa alusión. Por otra parte, busco no hacer crítica literaria
muy exigente sino solo estafetas (la crítica la dejo para “Caretas”) y, además,
trato de entrevistar a todos los que publican algo, me guste o no, y es muy
raro que censure a un autor por su calidad o por su editorial. Me encantaría
tener más presencia en provincias, pero eso es imposible por las condiciones
con que se produce el programa, en el cual yo mismo trabajo ad honorem por
ejemplo. Para mí, más que un poder es una suerte de misión llevar este programa
adelante, que responde a mi fe en la literatura y su poder de cambiar
determinadas vidas.
Hace unos años
calificaste a la novela Las puertas de Carlos García Miranda como una de las
revelaciones de aquel año, y el 2004 calificaste como la novela del año a Casa
de Islandia de Luis Hernán Castañeda. Ya sea Las puertas como Casa de Islandia
son novelas que rompen una tradición narrativa en la que se da cabida a la
historia y se descuida mucho el estilo y el lenguaje, ya que las novelas
mencionadas son fusiones que beben de lo libresco, de lo onírico y existencial,
¿consideras positivo este respiro del realismo sucio de la que bebieron muchos
narradores en la década de los 90´s ?
¿Le ves futuro en nuestro medio a esta
nueva tendencia que exige de lectores cuajados en un país en el que se lee a lo
mucho el último best seller vargallosiano?
Me parece siempre muy positivo que
los autores busquen romper el formato tradicional de la novela, que dejen de
pensar que escribir es solo contar historias, y empiecen a preguntarse por el
cómo contar. No necesariamente esa pregunta puede conducir a algo libresco, ahí
tenemos a Mario Bellatin por ejemplo, pero si termina en ello no hay por qué
huir de esa posibilidad solo porque los lectores no están acostumbrados. Ahora,
no sé qué futuro puedan tener esas experiencias, o las obras en sí mismas de
García Miranda o Castañeda o el mismo Bellatin, pero sí sé que su apuesta
siempre ha sido por la literatura antes que por un mercado literario, que por
lo demás es inexistente en el Perú.
En la nueva camada
de narradores latinoamericanos se ve un claro divorcio con el realismo-mágico
en la que encontramos diferentes y valiosas propuestas, ya sea la generación
del crack en México, el mundo del narcotráfico y la corrupción en Colombia, o
Bolivia con Edmundo Paz Soldán con Sueños digitales, ¿consideras que un
fenómeno parecido puede darse en el Perú, ya que es un país semejante a
Bolivia, Colombia o México en lo que a corrupción y narcotráfico se refiere?
Yo estoy convencido de que cualquier
fórmula que tenga éxito en otro país, al final terminará repitiéndose en el
Perú (y aquí, supongo, debe aparecer un paréntesis que diga “risas”). Pero la
calidad literaria de esas imitaciones o ensayos de laboratorio son siempre muy
pobres.
La vigencia de
narradores como Borges, Arlt, Marrechal en Argentina ha traído a narradores como Rodrigo Fresán,
Alan Pauls, De Santis, Martínez, Andahazi, etc., quienes, a su vez, han bebido
de narradores como Saer, Piglia, Puig, Castillo, Martini, ¿consideras que este
respeto por la tradición literaria hace de los escritores argentinos, y que se
deja sentir en sus libros, donde cada uno insufla una temática propia, lo que
marca el interés del mercado español por los narradores latinoamericanos? Hay
que recordar que Roberto Bolaño ha declarado en más de una ocasión que hasta
los malos escritores argentinos son buenos.
Creo que la literatura argentina del
siglo XX es de las mejores del mundo, y aunque no sea éste un momento
especialmente brillante, nunca dejará de haber tres o cuatro autores en cada
promoción que tienen un interés bastante grande y una calidad extraordinaria.
Pero no sé qué tan cierto sea aquello del interés del mercado español por
escritores argentino o latinoamericanos. Creo que la crítica literaria de
España se resintió mucho con el Boom latinoamericano, y los lectores también de
algún modo, y desde los años 70, en que el Boom decae, para un escritor de este
continente le es muy difícil ingresar bien a ese mercado. Lo que pasa es que,
desde el Perú, se cree que publicar en España es ya un sinónimo de éxito o de
interés en la obra pero eso es absolutamente falso. En España se publica
demasiado, cada vez más, y, desde luego, por ello la posibilidad de un escritor
latinoamericano de terminar editado allá es mucho mayor que hace unas décadas.
Pero eso no significa nada en un mercado donde las novedades se calculan por
día.
Hablando de Bolaño,
¿qué impresión te llevaste de Bolaño en el encuentro de narradores que se dio
en Sevilla?
Yo lamento haber conocido a un
Bolaño en estado de gracia, a completamente santificado, y que repartía
bendiciones y bulas papales a quienes se acercaban a él con admiración. Además,
empezaba a sentirse muy agotado y tenso. A Sevilla fue muy enfermo, y no sé si
lo sabía realmente. Me hubiera gustado conocer al Bolaño que no la tenía segura,
que dudaba, que insistía, que estaba metido en el proceso de escribir “Los
detectives salvajes” sin saber en qué iba a parar todo eso. Fuera de eso, como
persona Bolaño me pareció inteligente como un zorro, siempre alerta, con un
imán seductor obvio, que a la vez causaba repulsión y admiración, y con un
sentido del humor impecable.
Alberto Fuguet ha
declarado que ya no es necesario ir a España para que un narrador
latinoamericano publique sus libros puesto que gracias a la globalización ya no
es menester cumplir el sueño parisino de la gente del Boom, ¿estás de acuerdo
con él o consideras que es necesario cruzar el charco porque la realidad no es
como la pinta Fuguet?
Creo que Fuguet tiene razón. Es
cierto que vivir en Europa te hace las cosas más fáciles, por el tema de
promoción sobre todo, pero no es ya indispensable.
¿Cuáles son los
nuevos narradores de Perú y extranjeros que te llaman la atención en estos
momentos?
En el Perú, Ricardo Sumalavia y Luis
Hernán Castañeda me parecen estupendos. En América Latina, creo que Mario
Bellatin ha sacado varios cuerpos de ventaja a todos. También me gustan los
cubanos José Manuel Prieto y Rolando Sánchez Mejías. Y Alan Pauls en Argentina,
y en Chile Andrea Jeftanovic. En España admiro profundamente a Marcos Giralt,
su nueva novela es impresionante. En traducciones hay mucho que decir, pero
sería hacer una lista interminable.
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