miércoles, 18 de septiembre de 2019

Iván Thays

Iván Thays


Se dice que la última generación de narradores es parricidas, ¿consideras que los nuevos narradores, en su mayoría, hacen gala de este código de barras literario?

Me parece que el parricidio se está dando, actualmente, más en los poetas recientes antes que en los narradores, que somos más silenciosos en ese sentido mediático. En todo caso, más que parricidio la conducta más usual es fraticida porque lo que noto mucho es el ansia de algunos autores tumbarse al contemporáneo, al que está al lado empezando a recorrer el mismo camino literario, antes que al padre que está ya instaurado y parece imbatible.

Por tus comentarios, uno puede colegir que tienes una predilección por lo libresco, en el buen sentido, que se hace patente en tus novelas como La disciplina de la vanidad, en la que se acrisolan una serie de tendencias de las que has bebido, Tolstoi, Nabokov, Pitol, y en El viaje interior se deja sentir tu admiración por Lawrence Durrel, ¿tus próximos libros seguirán por esta ruta? ¿Cuáles son los temas que te llaman la atención para tu siguiente novela?

En realidad, no sé hacia dónde me conducirán mis próximos libros. O hacia donde los conduciré yo, más propiamente. Es cierto que la experiencia de lector es la que más recrea mi imaginación, pero no creo que mis libros sean literatura para literatos, salvo quizá el último, La disciplina de la vanidad, que fue el resultado de un estímulo muy concreto y una experiencia irrepetible.

Hace poco declaraste en una entrevista (El Dominical) que trabajas para una entidad pública ya que eres consciente de que es imposible vivir de la literatura, sumado al hecho que diriges tu programa televisivo, entre todas estas actividades, ¿cómo te las arreglas para leer y escribir? ¿Podrías hablarnos de tu método de trabajo?

Además de los empleos que has mencionado, tengo otros como el de comentarista de libros en “Caretas” y el de profesor de talleres de literatura. Leer es una actividad urgente y siempre me he dado maña para cumplirla, robando espacios que podrían estar dedicados a dormir o ver TV, por ejemplo. Y en cuanto a la escritura, felizmente soy insomne y la madrugada es la mejor consejera literaria que existe.

Ya sea por tus declaraciones y lectura entre líneas de tus libros, puedo decir que sientes una admiración por la obra de Luis Loayza, Calderón Fajardo, Abraham Valdelomar, Martín Adán, y, por supuesto, Nabokov, ¿cuánto han influido estos u otros narradores en tu literatura?

Nabokov es, de lejos, el que más ha influido. No solo en estilo, humor y tema, sino sobre todo en una forma de entender la literatura que siempre tuve de manera desordenada –antes de leerlo incluso- pero solo con sus declaraciones y libros finalmente pude sistematizar y entender a cabalidad. En cuanto al resto de autores, si te das cuenta lo que los une es una voluntad de no describir la realidad de manera costumbrista sino de transformarla a través del lenguaje, especialmente, o de la imaginación, y eso es lo que más admiro de un escritor e intento hacer en mi obra.

La crítica te ha tratado bien, sin embargo, en una sociedad marcada por los intereses en la que muchos sueñan con ser parte de la parrillada literaria de egos, ¿consideras que eres dueño de un poder al ser prácticamente el difusor televisivo del único programa dedicado a la literatura?

Desde luego que es un poder, pero he intentado usarlo de la manera más honesta posible. A pesar de las críticas sobre mi supuesta voluntad de “marketearme” siempre, si uno observa el programa verá que jamás se ha aludido en él a mi obra e incluso cuando un autor lo hace, si es posible borro esa alusión. Por otra parte, busco no hacer crítica literaria muy exigente sino solo estafetas (la crítica la dejo para “Caretas”) y, además, trato de entrevistar a todos los que publican algo, me guste o no, y es muy raro que censure a un autor por su calidad o por su editorial. Me encantaría tener más presencia en provincias, pero eso es imposible por las condiciones con que se produce el programa, en el cual yo mismo trabajo ad honorem por ejemplo. Para mí, más que un poder es una suerte de misión llevar este programa adelante, que responde a mi fe en la literatura y su poder de cambiar determinadas vidas.

Hace unos años calificaste a la novela Las puertas de Carlos García Miranda como una de las revelaciones de aquel año, y el 2004 calificaste como la novela del año a Casa de Islandia de Luis Hernán Castañeda. Ya sea Las puertas como Casa de Islandia son novelas que rompen una tradición narrativa en la que se da cabida a la historia y se descuida mucho el estilo y el lenguaje, ya que las novelas mencionadas son fusiones que beben de lo libresco, de lo onírico y existencial, ¿consideras positivo este respiro del realismo sucio de la que bebieron muchos narradores en la década de los  90´s ? ¿Le ves futuro en nuestro medio  a esta nueva tendencia que exige de lectores cuajados en un país en el que se lee a lo mucho el último best seller vargallosiano?

Me parece siempre muy positivo que los autores busquen romper el formato tradicional de la novela, que dejen de pensar que escribir es solo contar historias, y empiecen a preguntarse por el cómo contar. No necesariamente esa pregunta puede conducir a algo libresco, ahí tenemos a Mario Bellatin por ejemplo, pero si termina en ello no hay por qué huir de esa posibilidad solo porque los lectores no están acostumbrados. Ahora, no sé qué futuro puedan tener esas experiencias, o las obras en sí mismas de García Miranda o Castañeda o el mismo Bellatin, pero sí sé que su apuesta siempre ha sido por la literatura antes que por un mercado literario, que por lo demás es inexistente en el Perú.

En la nueva camada de narradores latinoamericanos se ve un claro divorcio con el realismo-mágico en la que encontramos diferentes y valiosas propuestas, ya sea la generación del crack en México, el mundo del narcotráfico y la corrupción en Colombia, o Bolivia con Edmundo Paz Soldán con Sueños digitales, ¿consideras que un fenómeno parecido puede darse en el Perú, ya que es un país semejante a Bolivia, Colombia o México en lo que a corrupción y narcotráfico se refiere?

Yo estoy convencido de que cualquier fórmula que tenga éxito en otro país, al final terminará repitiéndose en el Perú (y aquí, supongo, debe aparecer un paréntesis que diga “risas”). Pero la calidad literaria de esas imitaciones o ensayos de laboratorio son siempre muy pobres.

La vigencia de narradores como Borges, Arlt, Marrechal en Argentina  ha traído a narradores como Rodrigo Fresán, Alan Pauls, De Santis, Martínez, Andahazi, etc., quienes, a su vez, han bebido de narradores como Saer, Piglia, Puig, Castillo, Martini, ¿consideras que este respeto por la tradición literaria hace de los escritores argentinos, y que se deja sentir en sus libros, donde cada uno insufla una temática propia, lo que marca el interés del mercado español por los narradores latinoamericanos? Hay que recordar que Roberto Bolaño ha declarado en más de una ocasión que hasta los malos escritores argentinos son buenos.

Creo que la literatura argentina del siglo XX es de las mejores del mundo, y aunque no sea éste un momento especialmente brillante, nunca dejará de haber tres o cuatro autores en cada promoción que tienen un interés bastante grande y una calidad extraordinaria. Pero no sé qué tan cierto sea aquello del interés del mercado español por escritores argentino o latinoamericanos. Creo que la crítica literaria de España se resintió mucho con el Boom latinoamericano, y los lectores también de algún modo, y desde los años 70, en que el Boom decae, para un escritor de este continente le es muy difícil ingresar bien a ese mercado. Lo que pasa es que, desde el Perú, se cree que publicar en España es ya un sinónimo de éxito o de interés en la obra pero eso es absolutamente falso. En España se publica demasiado, cada vez más, y, desde luego, por ello la posibilidad de un escritor latinoamericano de terminar editado allá es mucho mayor que hace unas décadas. Pero eso no significa nada en un mercado donde las novedades se calculan por día.

Hablando de Bolaño, ¿qué impresión te llevaste de Bolaño en el encuentro de narradores que se dio en Sevilla?

Yo lamento haber conocido a un Bolaño en estado de gracia, a completamente santificado, y que repartía bendiciones y bulas papales a quienes se acercaban a él con admiración. Además, empezaba a sentirse muy agotado y tenso. A Sevilla fue muy enfermo, y no sé si lo sabía realmente. Me hubiera gustado conocer al Bolaño que no la tenía segura, que dudaba, que insistía, que estaba metido en el proceso de escribir “Los detectives salvajes” sin saber en qué iba a parar todo eso. Fuera de eso, como persona Bolaño me pareció inteligente como un zorro, siempre alerta, con un imán seductor obvio, que a la vez causaba repulsión y admiración, y con un sentido del humor impecable.

Alberto Fuguet ha declarado que ya no es necesario ir a España para que un narrador latinoamericano publique sus libros puesto que gracias a la globalización ya no es menester cumplir el sueño parisino de la gente del Boom, ¿estás de acuerdo con él o consideras que es necesario cruzar el charco porque la realidad no es como la pinta Fuguet?

Creo que Fuguet tiene razón. Es cierto que vivir en Europa te hace las cosas más fáciles, por el tema de promoción sobre todo, pero no es ya indispensable.

¿Cuáles son los nuevos narradores de Perú y extranjeros que te llaman la atención en estos momentos?


En el Perú, Ricardo Sumalavia y Luis Hernán Castañeda me parecen estupendos. En América Latina, creo que Mario Bellatin ha sacado varios cuerpos de ventaja a todos. También me gustan los cubanos José Manuel Prieto y Rolando Sánchez Mejías. Y Alan Pauls en Argentina, y en Chile Andrea Jeftanovic. En España admiro profundamente a Marcos Giralt, su nueva novela es impresionante. En traducciones hay mucho que decir, pero sería hacer una lista interminable.

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