miércoles, 18 de septiembre de 2019

Mario Bellatin

Mario Bellatin


¿Desde cuándo escribes y por qué narrativa?

Escribo desde muy joven y siempre narrativa. Al principio eran los cuentos típicos; después, a los veinte años empiezo a escribir Las mujeres de sal. Fue como una decisión que no se toma; en esa época estaba aun en la universidad y todavía existía la no profesionalización en el medio, es decir, escribía la novela después de hacer mil cosas. Providencialmente, cuando terminé la universidad conseguí una beca para irme a Cuba a estudiar cine con García Márquez.

¿Pensabas escribir guiones para cine?

No. Yo solo pensaba en escribir novelas, pero necesitaba un pretexto, estudiar cine fue el pretexto, porque socialmente aquí no puedes escribir tranquilo. Yo opto por la literatura porque soy completamente individualista. En el cine hay mucha gente de por medio.

Tu mencionas tu gran individualidad. ¿Eso significa que no es importante la comunicación con el lector?

Por supuesto que sí me interesa. Me refiero al acto de escribir, una individualidad como quehacer, pero no con el público.

¿Entre tu primera y segunda novela es que tú viajas?

Escribo Las mujeres de sal en los fines de semana y me voy a Cuba. Y ahí si encuentro un ambiente reivindicativo en el arte y el respeto al escritor. Miles de problemas en Cuba, pero si tú tienes un proyecto personal, como en mi caso, el hacer un libro, lo haces. En realidad, no era tanto hacer un libro, sino crearme un estilo, dedicándome a leer y a hacer cine y a escribir. De ahí me fui a México, donde hay una reivindicación aún más fuerte. Yo nací en México, pero soy peruano. A propósito, quiero decirte algo: yo estoy en contra de los nacionalismos. Como que te exige ser peruano y escribir sobre el Perú. Yo pienso que tengo más en común con un latinoamericano que encuentro en La Habana, en México o en Chile. Tenemos muchos puntos en común. 

¿Qué pasa con tu segunda novela?

Efecto invernadero sale en 1992, a seis años de la primera. En esta segunda novela, yo salgo del medio, de este medio que creo va para atrás, sobre todo ahora, en época de crisis, porque la cultura es lo primero que cae y subsiste la idea de la no profesionalización del escritor. Y no solo te hablo de la cuestión económica, porque veo gente de la plástica que sí tiene la idea de taller, de trabajo respetable. En cambio, en literatura, no sé por qué los mismos escritores como que nos ponemos barreras. Yo pienso que para ser escritor tienes que renunciar a mucho, a todo. Tienes que tomar una decisión muy drástica.

Eres un escritor prolífico. Luego, ¿qué viene?

Canon perpetuo que ya estaba escrita antes de Efecto invernadero; lo que pasa es que yo tengo una especie de horror al vacío. No presento una si no tengo escrita la otra.

Debe ser una especie de cábala. ¿Qué piensas de la comunicación?

Hay muchas clases de comunicación, no solo es la comunicación elemental, aristotélica. Yo planteo un tipo de comunicación en mis libros. La técnica la trato de ocultar al máximo, pongo en juego muchos recursos para llegar a la transparencia. Mi estilo quiero que sea el de la transparencia.

Luego de Canon, me imagino, viene Black-Out?

Mi novela no se llama así. Su título es Los cadáveres valen menos que el estiércol, es una frase de Heráclito. Empecé a escribirla en Berlín. Lo de Black-Out surge como un experimento, resulta que alguien me propone llevarla al teatro y yo digo: ¿Por qué no? Pero prefiero que sigamos hablando de mis novelas.

Bueno, pero una última curiosidad respecto a Black-Out, ¿a qué se debe tu presencia en escena? ¿Qué propone?

Era un contrapeso en cuanto a la ironía que existe en el libro. El libro es muy irónico. Servir como contrapeso entre algo muy dramático y muy terrible que estaba ocurriendo con una presencia completamente fuera, es decir, transmitir un poco lo que yo busco en mis libros: el llegar a extremos para decir cosas que no se pueden decir de otra manera. Yo pienso que ya no podemos decir esto a través del realismo mágico ni con la literatura “social” o “antropológica” o “sociológica”. El recurso que estoy tratando de desarrollar es algo muy exagerado, tomando distancia para saltar la valla, para decir las peores cosas del mundo, pero con distancia. Es quitarle totalmente el dramatismo y la carga emotiva que es un peso, una barrera para expresar la realidad.

¿Cómo llega a ti la primera noción del tema a tratar en tu novela?

No hay una norma. Es una imagen, siempre parto de imágenes. En este caso (Black-Out), se trata de un personaje, es un ser medio mítico, absurdo, que no tiene ningún elemento creíble, solo visible hasta cierto punto y que al mismo tiempo tuviese una gran fuerza. Es muy divertido ver en la pantalla a Christian Vallejo y sentir que a partir de ella se van generando nuevas imágenes, nuevas situaciones. Yo creo mucho en el texto generativo.

¿Crees que existe la crítica, actualmente en el Perú?

No, para nada. y no quiero que se tome esto como que estoy en contra de algo o alguien; sencillamente es que pienso que no existe. Lo que sí creo que se está creando es un estamento nuevo, que es el comentario periodístico. Pienso que hay historiadores literarios y periodistas que suplen la falta total de crítica.

¿Piensas que existe un lector ideal?

Claro, yo me puedo plantear un lector ideal y para el tengo que prepararme. Es por esto que leo mucho y me documento acerca de todo lo que pasa en el mundo; leo sobre televisión, sobre cine, sobre plástica. Pienso que debo ser honesto y no presentar productos de hace veinte años; porque la literatura, pese a que algunos no lo aceptan, evoluciona.

Me imagino que en Europa sí se da esta integración de las artes.

Sí, en Europa se da esto y mil cosas más. Se trabaja con criterios muchos más amplios. Por ejemplo, eso de las generaciones que aquí tanto se vocea. Eso no existe, es absurdo que exista.

Después de Los cadáveres valen menos que el estiércol, ¿Cuál es tu proyecto inmediato?

Estoy preparando otra novela.




Publicado en la revista de Literatura y otras imágenes,
Imaginario del Arte.

Febrero de 1994.

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