miércoles, 18 de septiembre de 2019

Eduardo González Viaña

Eduardo González Viaña


¿Cuéntenos de su infancia allá en Pacasmayo, de sus inicios con los libros? ¿Cómo ha sido ese contacto con las historias, sean orales o literarias?

Una vez, un psicólogo me pidió que cerrara los ojos y pensara en el lugar más pacífico y seguro que pudiera imaginar. Cerré los ojos y me encontré en mi infancia paseando con mi padre por la playa de Pacasmayo. Había un penetrante olor de yodo, de mar y de recuerdos. Creo que en ese momento descubrí la ubicación exacta del paraíso. Pacasmayo me ofreció el ambiente de mi primer libro de cuentos llamado Los peces muertos, y es también el lugar al que vuelvo todo el tiempo cuando requiero paz y soledad. Vivo en Salem, Oregon, en el norte de los Estados Unidos, pero atravieso el continente en sesgo varias veces al año para cortarme el pelo, comer un cebiche, conversar con mis amigos y caminar por el muelle de Pacasmayo. Ahora me doy cuenta por qué me gusta tanto San Francisco donde viví 3 años. Se parece mucho a Pacasmayo.

¿En qué se parece San Francisco a Pacasmayo?

Todos los lugares bellos del mundo se parecen al pueblo de uno. Además de eso, las calles inclinadas y las casas suspendidas en San Francisco me llevaron siempre al mismo muelle, a los mismos barcos y al mismo mar de Pacasmayo y de mi infancia. A los 2 años de mi llegada, comencé a padecer de súbitos ataques de pánico mientras conducía en las perfectas carreteras de California. Luego de diversas terapias infructuosas, inventé una que me dio resultado. Todas las tardes salía de Berkeley, y me imaginaba que era Chepen. En mi recorrido atravesaba las chacras de arroz, Guadalupe, Faclo Chico, El Cruce de Cajamarca y por fin llegaba a Pacasmayo, San Pacasmayo. El Area de la Bahía era el río Jequetepeque y el Bay Bridge era un pequeño puente que en mi provincia se llama puente Olivares. No tengo referentes capitalinos porque, a decir verdad, nunca he terminado de conocer completamente la provincia de Lima.

¿Qué personas y libros lo han influenciado?

Todos los mentirosos y fabuladores que, sobre todo, he conocido en el norte del Perú, tienen mucho que ver con mi obra. En los Estados Unidos, he conversado con decenas inmigrantes ilegales. Su odisea y sus fantasmas son los que ahora inundan las páginas de “El corrido de Dante”, la novela que aparecerá este año en castellano e inglés. El nombre del protagonista, Dante, les dirá también cuál es el libro que más ha influido mi vida y mis sueños, La Divina Comedia. La leí con mi abuelo cuando yo tenía 10 años de edad. Mi abuelo prefirió que la leyéramos en italiano. Tenía él la idea de que los niños pueden entender todos los idiomas del planeta. Quizás acertó. Toda la vida he estado leyendo y escribiendo ese mismo libro. “El corrido de Dante” es el camino de un mexicano de ese nombre a través de los Estados Unidos. Lo acompaña un burrito llamado Virgilio.

¿El recorrido de Dante en los Estados Unidos será como en La Comedia: Infierno, Purgatorio y Paraíso? ¿Cuál será la búsqueda de este Dante?

“El Corrido de Dante” ya está en edición. El personaje sale de Mount Angel, Oregon, en una destartalada Van. Lo acompaña el burro Virgilio. No hay nada fantástico en esto porque Virgilio no habla. Es un burro. Pero estructuralmente sirve para que Dante le narre y nos narre las incidencias de su ingreso y de su vida en los Estados Unidos, todo un recorrido como el que muestra Alighieri.

¿Qué fue el grupo Trilce?

Fue un grupo de muchachos de Trujillo que ha influido muchísimo en mi vida. Había poetas como Teodoro Rivero-Ayllón, Juan Paredes Carbonell, los hermanos Ibáñez Rosaza, narradores como Juan Morillo Ganoza, pintores como Gerardo Chávez... Cuando Antenor Orrego llegó a Trujillo, en su última visita, nos llamó “el segundo grupo Norte” y, con ello, nos impuso un tremendo compromiso. Me pasaré la vida tratando de cumplirlo. La camaradería maravillosa de ese grupo me ha formado tal cual soy en mi vida social. Todos nos queríamos y admirábamos. Tal vez por eso no entendí jamás a los intelectuales que, en vez de escribir, rumian odios y envidias en alguna cantina de barrio. Nunca he tenido tiempo para hacer bohemia.

En sus obras se aprecia una gran capacidad de observación del mundo, de la relación de hombre y su contexto (“una historia es un personaje” dice en su correo Las nubes y la gente), a la vez de una presencia, entre ambos, de una dimensión sobrenatural. ¿Cuánto ha marcado en su escritura aquello que fue llamado el boom de la Literatura Latinoamericana? Léase lo de la novela total, la invención de la realidad, etc.

La primera parte de esta pregunta es un comentario que agradezco. En cuanto al boom, lo que me marcó fue algo que tal vez es extraliterario. Su llamado a la profesionalidad del escritor. A partir de autores tan desbordantes como Mario Vargas Llosa, el café y la bohemia ya no tienen sentido. Hay que escribir o dejar de existir.

¿Qué opinión tiene de los escritores del boom en la actualidad? ¿Su influencia sigue con la misma fuerza que antes?

Mi opinión es la misma de cuando leí a cada uno por primera vez. Más que un boom, son un milagro explosivo y permanente. La segunda parte de la pregunta, no sé cómo responderla porque no soy un crítico literario y no he hecho encuestas o investigaciones sobre la misma.

¿Tiene un método de escritura? ¿Previamente hace una investigación o documentación?, puesto que ha tenido que conocer a personajes o rituales como en Habla, Sampedro o Sarita Colonia viene volando.

En ambos textos, una investigación rigurosa los ha precedido. Me ayuda la formación que también he recibido en el campo de las ciencias sociales. Hice estudios doctorales de antropología en París. Pero hay algo más: esta mañana me he enterado cómo escribo. Escribo empujado por una obsesión. Me he pasado buena parte de la noche soñando con el capítulo de la novela que escribo. Al final, tuve que saltar de la cama y venir a la computadora. He estado escribiendo sin parar durante una hora, y he trascrito algo de lo que soñaba. Siempre me ocurre así. En el caso de hoy, se trataba de una novela que me ha tenido varios meses sin poder atender otro asunto que ella misma. Temía escribir un artículo periodístico porque pensaba que estaba atentando contra el estado de concentración que necesito. A veces, no he podido siquiera contestar un email. Recién, en este momento puedo contestar a la pregunta que me hiciste… y creo que ya no puedo volver a la cama aunque recién son las 5 de la mañana del domingo.

¿Qué está escribiendo actualmente?

Corrijo una novela que terminé hace poco. Debería decir que “creí haber terminado”. Mientras un texto no está editado, está sujeto a revisión permanente. Es una novela cuyo personaje es César Vallejo.

¿Para este libro también ha realizado alguna investigación?

Creo que la he estado haciendo desde mis años juveniles en la universidad de Trujillo y en el segundo grupo “Norte”. He conversado con casi todos los coetáneos del poeta. Mi padre trabajó en “El Norte”. He leído el diario inédito de María Sandoval, enamorada de César. He leído, pieza por pieza, todo el expediente judicial, y me ha ayudado en ello mi formación como abogado. Más aun, cuando todavía no había cumplido 17 años y andaba con mi grupo literario, tuvimos una reunión con Antenor Orrego, el maestro y el mejor amigo de César. Tuvo él la generosidad de decirme que yo era un buen narrador y que estaba destinado a escribir esa historia.

Usted es una persona que ha viajado mucho, ahora radica en los Estados Unidos; además que ha obtenido muchos premios y distinciones. ¿Qué recomendaciones puede darle a alguien que se inicia en la literatura?

Entender que la literatura es una obsesión diabólica, un camino sin vuelta, una condena perpetua. Un camino en el que uno no puede mirar hacia atrás sin convertirse en una estatua de sal. Cualquiera otra concepción es una frivolidad. Hay muchas otras formas de vivir y de ser feliz.

Su libro “Los sueños de América”, impreso por Alfaguara, ha tenido muchas ediciones en Estados Unidos. La primera edición de la versión inglesa “American Dreams” tuvo 50 mil copias en agosto del 2005, pero tuvo que hacerse una segunda edición a los dos meses. En los Estados Unidos hay una multiplicidad de mercados literarios, ¿es muy difícil entrar al medio de allá?

Sí, es difícil. Es un reto que exige persistencia y confianza en lo que uno hace. En el caso que usted alude, hice una primera presentación en un lugar inusitado. En la mitad del puente del puente internacional entre USA y México, entre El Paso y Ciudad Juárez. Ello provocó algunos problemas en la frontera y un revuelo periodístico. A partir de eso, la gente se enteró de que yo había escrito un conjunto de relatos sobre inmigrantes latinoamericanos en los Estados Unidos. Hasta la fecha debo haber hecho unas 200 presentaciones del libro. Generalmente, son multitudinarias y parecen manifestaciones políticas. Me siento feliz de eso tanto porque contribuyen a la difusión del libro como porque sirven para hacer conciencia sobre la situación del los inmigrantes en el país del norte.

¿Qué opinión tiene usted de aquella discusión que hubo, en este año que termina, entre los escritores “criollos” y “andinos”? ¿Usted se identifica con alguno de ellos? ¿En algo han cambiado la crítica y los medios encargados de la difusión de la literatura como eran en los sesentas hasta el día de hoy?

Desde lejos, he leído algunas de las cartas. Es un hecho patético y penoso. Sin embargo, lo comprendo. El Perú no tiene una industria editorial importante. Algunos empresarios imprimen libros solamente para el área sur de la gran Lima y están permanentemente empeñados en pelear contra los piratas. Si fueran empresarios modernos, ese problema no existiría. En esas condiciones, editar aquí es continuar inédito. De otro lado, en la vida literaria se expresan también las grandes contradicciones del país, la perversidad de los blancoides contra los que ellos llaman provincianos y andinos. Todo esto explica la impotencia y el odio con que se tratan unos contra otros. Sin embargo, hay buenos escritores entre ellos y estoy seguro de que lo demostrarán con obras antes que con broncas.

Ribeyro, en su tiempo, volvió al Perú. Bryce dice que ha vuelto. ¿Piensa en volver o es muy pronto para pensar en ello? ¿Usted piensa que hay un destino o el destino lo hace uno mismo?


No lo sé, pero puedo decirles que aunque vivo algo lejos, todo el tiempo estoy en mi tierra. Necesito de ella para vivir y para soñar. También a veces me da motivos para sufrir. Una vez fui ayudante de un brujo. Debido a ello, escribí un libro. El brujo me preguntó por qué había vuelto al Perú (en ese tiempo yo estudiaba en París). Le respondí que porque sí. No, me dijo él. A ti te ha llamado tu cerro. Y así es. Hay un cerro cerca de mi pueblo que es lo más viejo de allá. Mis padres están muertos. Este cerro perdurará. Algo debo tener de él. ¿No le parece?

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