Eduardo González
Viaña
¿Cuéntenos de su
infancia allá en Pacasmayo, de sus inicios con los libros? ¿Cómo ha sido ese
contacto con las historias, sean orales o literarias?
Una vez, un psicólogo me pidió que
cerrara los ojos y pensara en el lugar más pacífico y seguro que pudiera
imaginar. Cerré los ojos y me encontré en mi infancia paseando con mi padre por
la playa de Pacasmayo. Había un penetrante olor de yodo, de mar y de recuerdos.
Creo que en ese momento descubrí la ubicación exacta del paraíso. Pacasmayo me
ofreció el ambiente de mi primer libro de cuentos llamado Los peces muertos, y
es también el lugar al que vuelvo todo el tiempo cuando requiero paz y soledad.
Vivo en Salem, Oregon, en el norte de los Estados Unidos, pero atravieso el
continente en sesgo varias veces al año para cortarme el pelo, comer un
cebiche, conversar con mis amigos y caminar por el muelle de Pacasmayo. Ahora
me doy cuenta por qué me gusta tanto San Francisco donde viví 3 años. Se parece
mucho a Pacasmayo.
¿En qué se parece
San Francisco a Pacasmayo?
Todos los lugares bellos del mundo
se parecen al pueblo de uno. Además de eso, las calles inclinadas y las casas
suspendidas en San Francisco me llevaron siempre al mismo muelle, a los mismos
barcos y al mismo mar de Pacasmayo y de mi infancia. A los 2 años de mi
llegada, comencé a padecer de súbitos ataques de pánico mientras conducía en
las perfectas carreteras de California. Luego de diversas terapias
infructuosas, inventé una que me dio resultado. Todas las tardes salía de
Berkeley, y me imaginaba que era Chepen. En mi recorrido atravesaba las chacras
de arroz, Guadalupe, Faclo Chico, El Cruce de Cajamarca y por fin llegaba a
Pacasmayo, San Pacasmayo. El Area de la Bahía era el río Jequetepeque y el Bay
Bridge era un pequeño puente que en mi provincia se llama puente Olivares. No
tengo referentes capitalinos porque, a decir verdad, nunca he terminado de
conocer completamente la provincia de Lima.
¿Qué personas y
libros lo han influenciado?
Todos los mentirosos y fabuladores
que, sobre todo, he conocido en el norte del Perú, tienen mucho que ver con mi
obra. En los Estados Unidos, he conversado con decenas inmigrantes ilegales. Su
odisea y sus fantasmas son los que ahora inundan las páginas de “El corrido de
Dante”, la novela que aparecerá este año en castellano e inglés. El nombre del
protagonista, Dante, les dirá también cuál es el libro que más ha influido mi
vida y mis sueños, La Divina Comedia. La leí con mi abuelo cuando yo tenía 10
años de edad. Mi abuelo prefirió que la leyéramos en italiano. Tenía él la idea
de que los niños pueden entender todos los idiomas del planeta. Quizás acertó.
Toda la vida he estado leyendo y escribiendo ese mismo libro. “El corrido de
Dante” es el camino de un mexicano de ese nombre a través de los Estados
Unidos. Lo acompaña un burrito llamado Virgilio.
¿El recorrido de
Dante en los Estados Unidos será como en La Comedia: Infierno, Purgatorio y
Paraíso? ¿Cuál será la búsqueda de este Dante?
“El Corrido de Dante” ya está en
edición. El personaje sale de Mount Angel, Oregon, en una destartalada Van. Lo
acompaña el burro Virgilio. No hay nada fantástico en esto porque Virgilio no
habla. Es un burro. Pero estructuralmente sirve para que Dante le narre y nos
narre las incidencias de su ingreso y de su vida en los Estados Unidos, todo un
recorrido como el que muestra Alighieri.
¿Qué fue el grupo
Trilce?
Fue un grupo de muchachos de
Trujillo que ha influido muchísimo en mi vida. Había poetas como Teodoro
Rivero-Ayllón, Juan Paredes Carbonell, los hermanos Ibáñez Rosaza, narradores
como Juan Morillo Ganoza, pintores como Gerardo Chávez... Cuando Antenor Orrego
llegó a Trujillo, en su última visita, nos llamó “el segundo grupo Norte” y,
con ello, nos impuso un tremendo compromiso. Me pasaré la vida tratando de
cumplirlo. La camaradería maravillosa de ese grupo me ha formado tal cual soy
en mi vida social. Todos nos queríamos y admirábamos. Tal vez por eso no
entendí jamás a los intelectuales que, en vez de escribir, rumian odios y
envidias en alguna cantina de barrio. Nunca he tenido tiempo para hacer bohemia.
En sus obras se
aprecia una gran capacidad de observación del mundo, de la relación de hombre y
su contexto (“una historia es un personaje” dice en su correo Las nubes y la
gente), a la vez de una presencia, entre ambos, de una dimensión sobrenatural.
¿Cuánto ha marcado en su escritura aquello que fue llamado el boom de la
Literatura Latinoamericana? Léase lo de la novela total, la invención de la
realidad, etc.
La primera parte de esta pregunta es
un comentario que agradezco. En cuanto al boom, lo que me marcó fue algo que
tal vez es extraliterario. Su llamado a la profesionalidad del escritor. A
partir de autores tan desbordantes como Mario Vargas Llosa, el café y la
bohemia ya no tienen sentido. Hay que escribir o dejar de existir.
¿Qué opinión tiene
de los escritores del boom en la actualidad? ¿Su influencia sigue con la misma
fuerza que antes?
Mi opinión es la misma de cuando leí
a cada uno por primera vez. Más que un boom, son un milagro explosivo y
permanente. La segunda parte de la pregunta, no sé cómo responderla porque no
soy un crítico literario y no he hecho encuestas o investigaciones sobre la
misma.
¿Tiene un método de
escritura? ¿Previamente hace una investigación o documentación?, puesto que ha
tenido que conocer a personajes o rituales como en Habla, Sampedro o Sarita
Colonia viene volando.
En ambos textos, una investigación
rigurosa los ha precedido. Me ayuda la formación que también he recibido en el
campo de las ciencias sociales. Hice estudios doctorales de antropología en
París. Pero hay algo más: esta mañana me he enterado cómo escribo. Escribo
empujado por una obsesión. Me he pasado buena parte de la noche soñando con el
capítulo de la novela que escribo. Al final, tuve que saltar de la cama y venir
a la computadora. He estado escribiendo sin parar durante una hora, y he
trascrito algo de lo que soñaba. Siempre me ocurre así. En el caso de hoy, se
trataba de una novela que me ha tenido varios meses sin poder atender otro
asunto que ella misma. Temía escribir un artículo periodístico porque pensaba
que estaba atentando contra el estado de concentración que necesito. A veces,
no he podido siquiera contestar un email. Recién, en este momento puedo
contestar a la pregunta que me hiciste… y creo que ya no puedo volver a la cama
aunque recién son las 5 de la mañana del domingo.
¿Qué está
escribiendo actualmente?
Corrijo una novela que terminé hace
poco. Debería decir que “creí haber terminado”. Mientras un texto no está
editado, está sujeto a revisión permanente. Es una novela cuyo personaje es
César Vallejo.
¿Para este libro
también ha realizado alguna investigación?
Creo que la he estado haciendo desde
mis años juveniles en la universidad de Trujillo y en el segundo grupo “Norte”.
He conversado con casi todos los coetáneos del poeta. Mi padre trabajó en “El
Norte”. He leído el diario inédito de María Sandoval, enamorada de César. He
leído, pieza por pieza, todo el expediente judicial, y me ha ayudado en ello mi
formación como abogado. Más aun, cuando todavía no había cumplido 17 años y andaba
con mi grupo literario, tuvimos una reunión con Antenor Orrego, el maestro y el
mejor amigo de César. Tuvo él la generosidad de decirme que yo era un buen
narrador y que estaba destinado a escribir esa historia.
Usted es una
persona que ha viajado mucho, ahora radica en los Estados Unidos; además que ha
obtenido muchos premios y distinciones. ¿Qué recomendaciones puede darle a
alguien que se inicia en la literatura?
Entender que la literatura es una
obsesión diabólica, un camino sin vuelta, una condena perpetua. Un camino en el
que uno no puede mirar hacia atrás sin convertirse en una estatua de sal.
Cualquiera otra concepción es una frivolidad. Hay muchas otras formas de vivir
y de ser feliz.
Su libro “Los
sueños de América”, impreso por Alfaguara, ha tenido muchas ediciones en
Estados Unidos. La primera edición de la versión inglesa “American Dreams” tuvo
50 mil copias en agosto del 2005, pero tuvo que hacerse una segunda edición a
los dos meses. En los Estados Unidos hay una multiplicidad de mercados
literarios, ¿es muy difícil entrar al medio de allá?
Sí, es difícil. Es un reto que exige
persistencia y confianza en lo que uno hace. En el caso que usted alude, hice
una primera presentación en un lugar inusitado. En la mitad del puente del puente
internacional entre USA y México, entre El Paso y Ciudad Juárez. Ello provocó
algunos problemas en la frontera y un revuelo periodístico. A partir de eso, la
gente se enteró de que yo había escrito un conjunto de relatos sobre
inmigrantes latinoamericanos en los Estados Unidos. Hasta la fecha debo haber
hecho unas 200 presentaciones del libro. Generalmente, son multitudinarias y
parecen manifestaciones políticas. Me siento feliz de eso tanto porque
contribuyen a la difusión del libro como porque sirven para hacer conciencia
sobre la situación del los inmigrantes en el país del norte.
¿Qué opinión tiene
usted de aquella discusión que hubo, en este año que termina, entre los
escritores “criollos” y “andinos”? ¿Usted se identifica con alguno de ellos?
¿En algo han cambiado la crítica y los medios encargados de la difusión de la
literatura como eran en los sesentas hasta el día de hoy?
Desde lejos, he leído algunas de las
cartas. Es un hecho patético y penoso. Sin embargo, lo comprendo. El Perú no
tiene una industria editorial importante. Algunos empresarios imprimen libros
solamente para el área sur de la gran Lima y están permanentemente empeñados en
pelear contra los piratas. Si fueran empresarios modernos, ese problema no
existiría. En esas condiciones, editar aquí es continuar inédito. De otro lado,
en la vida literaria se expresan también las grandes contradicciones del país,
la perversidad de los blancoides contra los que ellos llaman provincianos y
andinos. Todo esto explica la impotencia y el odio con que se tratan unos
contra otros. Sin embargo, hay buenos escritores entre ellos y estoy seguro de
que lo demostrarán con obras antes que con broncas.
Ribeyro, en su
tiempo, volvió al Perú. Bryce dice que ha vuelto. ¿Piensa en volver o es muy
pronto para pensar en ello? ¿Usted piensa que hay un destino o el destino lo
hace uno mismo?
No lo sé, pero puedo decirles que
aunque vivo algo lejos, todo el tiempo estoy en mi tierra. Necesito de ella
para vivir y para soñar. También a veces me da motivos para sufrir. Una vez fui
ayudante de un brujo. Debido a ello, escribí un libro. El brujo me preguntó por
qué había vuelto al Perú (en ese tiempo yo estudiaba en París). Le respondí que
porque sí. No, me dijo él. A ti te ha llamado tu cerro. Y así es. Hay un cerro
cerca de mi pueblo que es lo más viejo de allá. Mis padres están muertos. Este
cerro perdurará. Algo debo tener de él. ¿No le parece?
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