José Pancorvo
Esta conversa con mi amigo el Poeta
José Pancorvo (Lima, 1952) se realizó en este mes de agosto del 2006. Para los
que no pueden acceder a su poesía impresa, aquí una buena noticia: a partir del
1 de setiembre estará al público una página web con sus libros publicados y
algunos textos sobre su obra: http://www.josepancorvo.com. (Dante Ildefonso)
José, háblanos de
tus inicios en la poesía, ¿cuáles fueron tus primeras lecturas e intereses
creativos? ¿Qué personas influyeron?
Bueno, las primeras primeras, no me
había puesto a pensarlo, son en realidad la biblioteca doméstica y una amiga
mucho mayor que yo. La biblioteca era mediana. Pero había libros muy antiguos,
pues por ambos lados descendían de sanmarquinos. Mi padre era aficionado a la
lectura y había asistido como alumno libre en universidades inglesas. Ella no
era tan aficionada a la lectura pero había estudiado Literatura en La Sorbona,
y se había traído sus libros y cuadernos. Estuvo allá debido a que su padre
había sido deportado después del golpe contra José Pardo. En la biblioteca
había una alfombra verde con diseños, donde yo jugaba con soldaditos, algunos
todavía eran de plomo, los vendían los ambulantes. Tenía ocho años. Un buen día
abro un tomo y leo versos, unos octosílabos, y quedo deslumbrado, como quien
descubre un nuevo mundo, un intermundo, un mundo ultra desarrollado
anímicamente hablando; quedé deslumbrado con el lenguaje poético, con sus
dimensiones y esferas, con las increíbles posibilidades y matices del verso.
Sobre la marcha escribí unos versos en imitación de lo que había leído. La
verdad es que hasta ahora me siento un poco exilado cuando escribo prosa, esto
que he dicho es una soberbia incalificable. También influyó mucho el ejemplo de
un tío abuelo narrador, Manuel Beingolea, muy amigo de Chocano y de Eguren, y
después de Xavier Abril y Oquendo de Amat. La amiga, como cuarentaicinco años
mayor que yo –había sido amiga de este tío Manuel-, muy culta, muy jovial, era
Grimanesa Diez Canseco, hermana del escritor José Diez Canseco, ella entre mis
ocho y trece años me contaba las anécdotas de los grandes escritores peruanos
que había conocido, por ejemplo me contaba que de muy jóvenes su hermano y
Martín Adán hacían sesiones en que conversaban en endecasílabos perfectos, tan
entrenados tenían el oído y el espíritu. Asimismo me transmitía lo que les
había escuchado: que algo muy importante en la poesía es el sonido de los
versos, que hay que melodizarlos y armonizarlos como una composición musical.
Creo que me he extendido mucho, será la primera vez que cuento y que me
recuento estas cosas. Tal vez tengan algún interés como reflejo de un período
cultural.
Siempre hay un
momento clave en todo artista para fusionar la vida con su pasión, ¿cuándo fue
que te asumiste como poeta?
Después de esa etapa descubrí a los
trece años la poesía del siglo XX, y sobre todo
el surrealismo, y me alucinaba que yo era un poeta surrealista –ese
mismo año moría Breton-. Claro que después me fui por otros mares pero siempre
guardo respeto por algunas ideas semiseñaladas por ellos, como el azar objetivo
y la búsqueda del punto supremo. A los
trece hice mi primer intento de publicar un poemario. Megalomanías de un principiante, que sigue
siendo principiante, así que ya te puedes imaginar.
Algo que no debo omitir es que a los
11 años vi un reportaje en Venecia a Ezra Pound, publicado por Life. Figuraban
personajes de la época como Lyndon Johnson y Elizabeth Taylor, pero cuando
llegué a la foto de Pound -el anciano en el sillón hindú, muy serio, muy
auténtico y muy poseedor de un aura de poeta y de la esfera poética, que es tan
llena de asombros y de pensamientos extraordinarios, además de gran poeta Pound
era una de las personas que más había admirado y estudiado a la poesía-, yo no
lo conocía aún, pero me acuerdo del momento en que me dije “¡esto hay que ser!,
esto supera de lejos a los personajes supuestamente importantes del mundo”, y
eso cristalizó mis deseos de ser poeta.
Pero a los trece decidí, ¿decidí…?, conciente y resueltamente ser poeta
hasta la muerte.
Hagamos una suerte
de práctica psicológica de la respuesta inmediata, pero trasladado a la
literatura. Te diré un nombre y me dices tu apreciación sobre tal autor, que sé
que son de tu estima y admiración. ¿Qué dices?
Acepto, hemos conversado mucho de
poesía anteriormente, me dirás varios nombres; claro que muchos muy importantes
no estarán. Dime los nombres, pero quizá alguna respuesta inmediata pueda ser
extensa.
Homero: El Océano es el padre de los
dioses, decía Homero, y él es el Padre Océano de los poetas. Conviene aprender
aunque sea una pizca de griego y apreciar algunos versos en ediciones
bilingües. Es el decano, el rey, el patriarca de la poesía épica y en general,
como en la poética apocalíptica el profeta y poeta Isaías, contemporáneo de
Homero –convendría saber también algo de hebreo-. En Homero se puede aprender
la gran utilería poética –prosódica, rítmica, imaginal-, tema que tanto estudio
y meditación merece, y es lo que podríamos llamar la Poética minor. Pero aún
más importante es lo que podríamos llamar su Poética maior, categoría estudiada
por el clásico Longino en su tratado “De lo Sublime”, es decir, la Poética del
gran estado poético en sus dos aspectos: grandeza de alma y entusiasmo sagrado.
Suena muy fuerte, pero justamente de eso se trata, de la Poética maior. Y aquí
no más me quedo. Pero quisiera añadir un detalle, Homero comienza con el
“canta, diosa” -aeide, thea-, es decir, el poeta persona es asumido por una
realidad maior, una realidad con voz, por un entusiasmo –entheos- que es una
asunción. Me he extendido demasiado. Y no he matizado, se podría malinterpretar
algunas palabras. En fin, vamos adelante.
Píndaro: El lírico por excelencia,
el gran músico de la estrofa, de una variedad de estrofas impresionante, sólo
hay dos odas con igual estrofa, gran encabalgador de versos, yo creo que su
prosodia a veces es más bella que la de Homero por cuestión de extensión; ama
la grandeza, la ve hasta en la modesta “agua que brilla más que el oro”, simultanea los carros triunfales y los
caballos de su presente con las genealogías y con los hechos míticos; tres
planos que entrebrillan en un “temps retrouvé”, mientras “sus versos avanzan
como un torrente incontenible”, dice Quintiliano.
Dante Alighieri: No hay mejor lugar
para escribir y corregir poesía que el Paradiso. Pound en uno de sus últimos
Cantos tiene unos versos así: I have tried to write Paradise/ Do not move, etc.
Góngora: Creo que poco se podría
añadir a lo dicho por Juan de Espinosa Medrano y por Lezama Lima. Espinosa dice
algo así como “águila de todas las luces de Apolo”, “es sin primero el segundo
Píndaro”, cosas así. Lezama le dice algo así como “rayo de la metamorfosis de
la inocencia”, “sacerdote que ofrenda de nuevo el cuarto día de la creación”,
frases así por decenas, todas acertadas y asombrosas. Dice que aún falta en la
poesía castellana “el rayo gongorino en la noche oscura de san Juan de la
Cruz”. De lo que sí me acuerdo literalmente es de una frase de Gracián sobre
Góngora: “cisne en lo canoro, águila en lo agudo, fénix en lo extremado”. No es
retórica, no decía eso de nadie, Gracián era terrible, despreciaba al Quijote,
como Quevedo y Góngora. Quisiera algún día escribir sobre Góngora, si pudiera
yo añadir algo nuevo sobre él, lo dudo.
Baudelaire: Es el poeta francés
representativo por excelencia, el castillo de Chambord de la poesía francesa
del siglo XIX, su nombre es como el de un castillo o como una escultura gótica
o un vitral. Hay un vitral famoso, Notre Dame de la Belle Verriere, suena algo
como Baudelaire, en realidad Baudelaire es una catedral entera, con Adán y Eva,
Holofernes, Herodes, gárgolas, verticalidades asombrosas, beatos afables,
incienso, y un enérgico movimiento ascencional. Es El Poeta que representa la
Francia de su tiempo, medio a la Villon, pero mucho más fuerte porque es el
poeta exilado en una época definitivamente bastarda. Lo monárquico y lo
demoníaco, lo sublime y lo hediondo, lo sobrenatural y lo anárquico, su libro
es un documento del cielo, de la tierra y del infierno, el romanticismo y el
realismo cada uno por su lado son cojos. Y Baudelaire no es un retórico del
cielo y del infierno, él cree firmemente en su existencia y los siente. Y los
siente influyendo en París, en la naturaleza, y en sí mismo. Y Francia y París
son lugares privilegiados para esas cosas. En algunos momentos de la Historia
parece como que el cielo y el infierno –y sus respectivas barras bravas- están
pendientes de lo que pasa en Francia.
José Santos Chocano: Bendezú en un
poema lo cita así: Chocano imperialis dixit. “Alma América” era leído y
recitado entusiastamente por todos los públicos, hombres y mujeres, pobres y
ricos, en privado y en público. Por ejemplo, un hombre muy varonil –los había
en esa época- se sonrojaría de leer poemas sentimentales o autocompasivos, pero
no de leer muchos de los poemas de Chocano, quien tenía también por supuesto
poemas sentimentales. Tan popular era que los municipios de todo el Perú, con
la capital a la cabeza, resolvieron coronarlo, y después de la ceremonia el
pueblo desunció los caballos de su carruaje –en Lima hubo carruajes oficiales
hasta octubre de 1968- y lo llevó desde lo que hoy es el Mueso de Arte hasta la
Plaza de Armas. Otro detalle: creo que la mayor joya poética física en muchos
siglos ha sido la corona flexible de laureles de oro de Chocano. (Ya un inglés
ha hecho una encuesta mundial para saber cuál había sido el poema mejor pagado
del mundo, y había sido el poema épico inconcluso de Chocano, “Ayacucho y los
Andes”.) Una corona de oro de poeta no existe desde el siglo XVI quizá, o desde
los tiempos del Archipoeta del Sacro Imperio. (Creo que los Poet Laureate
ingleses como Tennyson no eran coronados, menos con oro. El poeta Robert Graves
recibió una vez la “Medalla de Oro de la Poesía”, pero al comprobar que era
solamente bañada en oro la devolvió con una carta indignada, manifestando que
eso era una falta de respeto a la poesía y a la alta dignidad de poeta.) ¿Dónde
está la corona? Está en Santiago de Chile. Chocano la había empeñado y estaba
en peligro de perderla, entonces un buen amigo suyo, chileno, se ofreció a
redimirla. En eso Chocano fue asesinado y la corona quedó en la casa de este
amigo, no me acuerdo su nombre, figura en la biografía de Chocano por Sánchez,
quien dice que la vio en esa casa en 1954. A Chocano todos lo criticamos pero
escribió grandes poemas verdaderamente populares y tuvo la conciencia y la
actitud vital de la gran dignidad de la poesía y del poeta.
Pablo Neruda: Tuve oportunidad de ir
a oírlo una vez que pasó por Lima –creo que fui con Mario Montalbetti, mi amigo
del colegio, poeta ya, a quien debo en esa época muchas juiciosos consejos
literarios-. Neruda me dio la impresión de un gigante marino, de un robusto
Neptuno, condensador, destilador y vaporizador de poemas. Justamente creo que
los poemas que más me gustan de Neruda son los que se refieren a los ríos y las
costas de Chile. De Raúl Zurita admiro también unos poemas en que salen ríos,
lluvias y corrientes deslumbrantes.
Martín Adán: Mira, tengo apuntes
para un libro de unas 60 páginas sobre aspectos inéditos de Martín Adán. ¿Cómo
así? A los diecisiete años me hice amigo de dos grandes intelectuales clásicos,
no muy conocidos, y que dejaron inéditas sus obras maestras en su especialidad,
el lingüista y miembro de la Academia don Pedro Benvenutto, y el gran
bibliotecólogo puneño don Ricardo Arbulú Vargas, compañero de colegio de Martín
Adán. Ellos eran sus verdaderos amigos desinteresados, sin publicidad, lo
asistían, le conseguían libros y cosas útiles, a lo largo de décadas; sobre
todo Arbulú, él había mecanografiado la Travesía y demás textos, Martín Adán no
usaba la máquina. Yo les pedía instantemente que me presentaran a Martín Adán,
pero ellos eran católicos muy practicantes y tradicionalistas, Benvenutto había
sido expulsado de la Universidad Católica por tradicionalista, había una férrea
persecución, se pasó a enseñar a San Marcos y La Cantuta, en fin, no me lo
querían presentar porque me verían muy joven y considerarían que me podría dar
ejemplo de afición a la bebida quizá, o por consideración al poeta pues
frecuentemente su estado era muy lamentable. Pero el hecho es que eso aguzó mi
interés y les pregunté mucho. Supe muchos aspectos desconocidos de sus
opiniones, reflexiones históricas, anécdotas desconocidas, confesiones, ideas,
costumbres de escritor, de trabajador del verso, lecturas favoritas, las
decepciones que lo llevaron a la bebida, juicios sobre autores y personajes,
algunos demasiado duros, impublicables. Pero no hay cosas morbosas, a algunos
sólo les gusta esas cosas. Hay muchos juicios sobre aspectos históricos. En
cierto sentido fue mejor no haberlo conocido, él mismo no me habría dicho todo
eso, pues yo no era un compañero de generación, se hubiera cohibido, ¿no?
Emilio Adolfo Westphalen: Tal vez el
más extático de los poetas peruanos, sus grandes poemas son largos éxtasis con
la belleza. Tuve la gran satisfacción de ir a visitarlo varias veces a la
clínica Maison de Santé donde vivió sus últimos años. El era muy callado,
tímido, pero expresivo. Noté que le agradaba que lo visite y que le gustaron
algunos poemas míos que le leí, como el de “Jerusalén ósculo Jerusalén
abierta”. En esa época Westphalen recibía los sacramentos frecuentemente.
También le gustaba hablar de Historia, más que nada escuchar, él asentía o
decía una frase muy corta; él descendía de unos militares nobles prusianos, Von
Westphalen. Una vez leí que cuando Marx vivía en Londres en su tarjeta ponía su
nombre y el de su esposa, la noble prusiana Jenny Von Westphalen, tía abuela o
tía bisabuela del poeta.
Francisco Bendezú: Fue el primer
poeta profesional con el que conversé. En la tienda de la esquina, cerca de mi
casa, él iba a tomarse una cerveza. Yo estaba en último año de colegio y lo
abordé, pues había visto su foto, seguramente en el periódico. Gran
conversador, gran lexicófilo, muy serio en su poesía, él decía que cuando
comenzaba un poema no quería comenzar a escribir un poema, él se ponía a
escribir el poema, si no, no lo seguía. Y así escribió relativamente pocos, y
cuando seguía esa doctrina escribió maravillas como en sus Cantos.
Rodolfo Hinostroza: Aquí me haces
entrar en el terreno de los amigos actuales. Sobre Rodolfo Hinostroza, yo le
guardo una gratitud muy grande por sus severas y desinteresadas lecciones de
poesía. Es muy buen amigo. El me decía “en realidad, en todo Lima debe haber
sólo unas cuarenta personas que saben realmente de poesía”. Tiene un concepto
muy alto de la calidad poética. Eso es algo reconocido internacionalmente como
sabemos. Un ejemplo, los franceses son muy celosos de sus cosas, con todo, él
dirigió en Francia la edición princeps del Golpe de Dados de Mallarmé, en el
formato querido por Mallarmé. Por otro lado, a su dimensión de gran poeta
contribuye su carácter de autor de muchos temas, él es un gran narrador, un
cosmógrafo, un gran ensayista, un filósofo de la gastronomía, y sé que tiene
otras grandes obras en el tintero, en el inkjet.
Tú primer libro se
publica en 1997; tu aparición, por tanto, significa un rompimiento con todo
esquema generacional. ¿Cómo te ubicas en el espectro poético peruano? ¿O te es
indiferente?
Me gusta la buena poesía en todo el
espectro, y en todas las generaciones, pero francamente no estoy seguro de mi
ubicación, creo que es difícil autoubicarse, se pueden cometer errores en eso.
Soy contemporáneo de Montalbetti pero creo que no soy un miembro característico
de ésta o aquella generación. Lo cual evidentemente no es ningún mérito. Pero
es inescapable la cronología, la marca de la década, del lustro; ahora estoy leyendo la recopilación de Róger
Santiváñez, yo soy unos cuatro mayor que él, no nos hemos visto mucho, pero
siento muchos puntos de afinidad con varios aspectos de su poética.
Pasemos a tu
poesía. Hablar de tus tres libros es hablar de una sola gran obra que abarca
diferentes estilos, temáticas, aspectos de la realidad y lo supra real o lo
supra terrenal. Yo sé que no es lo mismo esto último que menciono, lo supra
real y lo supra terrenal. Pero es por ahí que quiero abordar un poco tu primer
libro, Profeta el cielo. Partamos de unos versos de la sección Expedición espejo
espíritu: “Todas estas cosas en realidad casi no existen./ Sobre el cristal sin
dilación pasan con fugitivo/ cuerpo no ideal./ Sólo brillarán los maravillosos/
órganos. Felicidad/ de profundas/ visiones sin posibilidad de destierro.” En tu
obra hay dos planos, el terrenal y lo supra terrenal, un “aquí” y un “más
allá”, ¿qué nos puedes decir al respecto?
Es algo que parece complicado pero
no lo es. El Archiduque Francisco Fernando decía que no le interesaba estudiar
las filosofías porque en el catecismo ya estaban las respuestas para todo.
Tenía algo de cierto, en una frase como “Dios está en todas partes”, demasiado
simple para nuestros academicismos estirados, ahí está una parte de la
respuesta a lo que me dices.
¿De qué manera la
poesía puede ser vía o estado para alcanzar lo eterno o la eternidad? Leo estos
versos de la sección de sonetos Cantar de la eternidad: “Eternidad, ya muero en
tu morada,/ vivo en tu paraíso intempestivo/ donde todo futuro ya está vivo/
como reflejo en copa adivinada.”
La eternidad es un hecho más
palpable que nuestra nariz. Aparte de la filosofía que uno tenga. Uno la siente
en el entendimiento, y la verifica en el mundo exterior. Por ejemplo algo tan simple como 2 y 2 son 4,
o como “el todo es mayor que la parte”, son conocimientos de realidades
eternas, aun que sean menores, lo cual insinúa que el entendimiento, que es
capaz de conocer lo eterno, ya está en lo eterno y tiene una existencia eterna:
si es capaz de conocer aspectos del “nunc stans”, del “ahora estacionario”, verdades
universales, ya está en la eternidad, y eso pertenece a todos los seres humanos
por naturaleza, aunque no nos demos cuenta, eso es lo de menos, o aunque
neguemos teóricamente nuestra eternidad. Proust, que no era religioso, tiene
descripciones psicológicas portentosas de esa sensación natural, sobre todo en
el tomo “Le Temps Retrouvé”.
¿Cómo entra la poesía? Que si uno es
poeta y trata de indagar más y más sobre la eternidad, y si uno se enamora y se
apasiona y le pide la mano a la eternidad, y le comienza a escribir himnos,
madrigales, canciones, ella se convierte en una Beatrix. Y te muestra varios
mundos en este mundo. Y uno sin querer escribe poemas entusiastas sobre la
eternidad, y espero que sean comunicativos, así espero. Esa combinación de
música, misterio, sensación, conocimiento y emoción que hay en la poesía yo
creo que sin duda puede ser una vía para alcanzar en vida la visión y la unión
de lo eterno.
En la sección Post
Ierusalem. Cantos sobre los milenios leemos: “Jerusalén ósculo Jerusalén
abierta/ Jerusalén en duración Jerusalén águila secreta/ Casi sobre los ojos
devorando las tinieblas”. No solo es un uso estético de la simbología cristiana
lo que vemos en tu poesía. No te mencioné autores u obras místicas antes, pero
¿podrías hablarnos sobre este punto clave de tu poesía?
Bueno, para comenzar, evidentemente
yo no soy un místico, por lo tanto no soy un poeta místico; soy un admirador de
la mística, un poeta pro-místico sí, entendida la mística en su acepción
técnica, teológica, precisa. Claro que hay una mística sobrenatural, y una
especie de mística natural, ésta última está al nivel de la pura naturaleza
humana, la sobrenatural está al nivel de una gracia divina muy superior a los
alcances humanos. Y analógicamente se habla de mística en otros campos, a veces
legítimamente, a veces no tanto. Has hablado de lo estético, justamente la
mística tiene un camino no-conceptual, tiene un camino de extrema admiración
estética de lo divino que lleva al alma a la unión, con éxtasis sensible o sin
él, ya no interesa, es algo que está muy por encima de lo sensible. Aristóteles
decía que el asombro es el inicio de la filosofía, pues bien, al final de todos
los asombros, en el cantar de los cantares del asombro de los asombros, ahí es
el inicio de la mística. Esta posibilidad del ser humano me entusiasma y por
eso salieron poemas sobre ello. ¿Hay algo más interesante que la unión real con
un ser infinito en todo, en felicidad por ejemplo?
¿Autores místicos? Ahora que me
dices, me acuerdo que durante varios años coleccioné obras de místicos, algunas
se perdieron en viajes. Creo que sería mucho rollo mencionar a todos ellos.
Mencionaré con gratitud a Dionisio Aeropagita comentado por santo Tomás de
Aquino, a san Gregorio Niseno, a Hugo y Ricardo de San Víctor, a los renanos, al poeta Angelus Silesius, en España
por supuesto al máximo poeta san Juan de la Cruz, a la Madre Agreda con su
Mística Ciudad de Dios, una biografía mística, de mil páginas, de la Virgen
María, no hay nada parecido. En Francia Jean-Pierre de Caussade, san Luis María
Grignion de Montfort, místico, profeta y apocalíptico. Hay legiones y legiones
de escritores místicos.
En el Perú hay un fenómeno muy
curioso. En los siglos XVI y XVII hubo una intensa temporada de místicos y de
autores místicos. Santa Rosa, cuya imagen nos ha llegado muy empequeñecida, era
una mística de altas lecturas y gran profundidad y versación teológica. Sería
largo extenderme aquí, pondré como ejemplo que confeccionó, con la ayuda de
teólogos, una letanía de 150 alabanzas en latín a Dios, todas con gran
precisión y peso teológico y metafísico. Están en su proceso de beatificación y
tengo el proyecto de publicar una especie de plaqueta con la letanía y mi
traducción al castellano actual. Así era la cosa. Por algo le vieron categoría
como para ser Patrona de América. Hay de 1917 una “Biografía Sobrenatural del
Beato Martín de Porres”, que muestra la gigantez sobrenatural e intelectual de
este santo, cuya imagen nos ha llegado tan empequeñecida que da vergüenza
hablar de ello. Y así hubo trescientos personajes en esos dos siglos que
murieron en olor de santidad. Entre ellos grandes autores místicos como el
limeño Antonio Ruiz de Montoya, cuya obra “Sílex del Amor Divino” recién fue
publicada en el siglo XX, y que hace nuevos aportes a la mística, algo
dificilísimo, después del siglo XIV no hay propiamente aportes doctrinarios
sino bellísimas repeticiones enriquecedoras, pero Ruiz de Montoya conquista
nuevos terrenos en la explicitación de la doctrina mística, en puntos que sería
largo desarrollar acá. Hay obras inéditas del teólogo místico Pérez de Olea, poemas
místicos de Juan de Allosa, etc.
El fenómeno curioso al que me
refería es que a partir de cierta etapa del siglo XVIII, cae una avalancha de
tierra y se produce un silencio. Nos llegan sólo unas versiones disminuidas de
algunos santos. ¿Qué pasó? Tal vez el rechazo a la santidad mística por parte
de los nuevos burócratas e intelectualoides, los autodenominados “ilustrados”
–“agresivos e inaprensibles como microbios”, los llamaba Martín Adán-, entre
los que había muchos clérigos. Así como el Presbítero Matías Maestro destruyó
casi todos los retablos dorados de Lima para reemplazarlos por incoloros
altares neoclásicos, la mentalidad “ilustrada” sepultó la memoria de los
místicos. Por eso esta Edad de Oro de la Mística Peruana, de trescientos santos
y cientos de obras místicas, cumbre espiritual y sobrenatural de toda nuestra
Historia, lo demás es chamanismo, debe ser rescatada. No hace falta explicar.
“Comienzo por tu
casa, por tu cama y por tu cráneo./ Consuélate, habitante, soy El Esplendor”,
leemos en Voces de poder. Carpe Aeternum. ¿La palabra es un poder? ¿Y si lo es,
de dónde proviene ese poder?
La palabra puede ser un gran poder,
y es un poder que proviene de una gran contemplación, o de una voz extra, o de
ambas.
¿Qué relación hay
entre palabra, poder y éxtasis?
Es una pregunta densísima. Qué
aspectos… Se podría ver por ejemplo así: El éxtasis es el Poder I, la palabra
el Poder II, el poder –con p minúscula- es el Poder III. Por otro lado el éxtasis es el Extasis I, la
palabra el Extasis II, el poder una especie de Extasis III. Y el éxtasis sería
la Palabra I, la palabra la II, el poder la Palabra III. No es un retruécano. El “estar fuera” del
éxtasis –sea en lo sobrenatural, en alguna realidad natural, positiva o
negativa, o en lo infernal- se realiza en realidad en todos los espíritus y en
todas las colectividades, puede ser en una utopía, o en un maravillamiento, o
al menos en una fuerte impresión sensible, ésa es la realidad más densa, más
profunda, aunque a veces sea impalpable, de ahí pasa a la palabra, a la
canción, al cantar, a la doctrina, al manifiesto, al código, eso ya es un
segundo poder, un segundo éxtasis ,una palabra subsiguiente, después pasa a lo
más concreto, a un poder, a los hechos, a un éxtasis de la acción, del hábito,
de la institucionalización, que se mantienen por un éxtasis primordial, si una
institución por ejemplo, o un oficio, pierden su éxtasis constituyente, se
diluirán, perderán su palabra y su poder.
Por otro lado, a quien supiera lo
que es el éxtasis en algo muy grande, poco le interesaría manifestarse con la
palabra y menos con el poder. De ahí la existencia por ejemplo de los cartujos,
con voto de silencio, con tumba sin ubicación y sin nombre, impedidos por su
regla hasta de ser canonizados; es decir, un buen cartujo tradicional tiene una
vida full-time para el éxtasis y hacia el éxtasis, no siempre en el éxtasis, no
es humanamente posible, así como el que vive para acumular o para comer o para
publicar no puede estar siempre haciéndolo. “No saben lo que se pierden”, nos
podría decir un auténtico contemplativo, “ustedes se quedan con las cáscaras de
la realidad”.
Plotino, condensando a Platón y
Aristóteles, y después Dionisio Aeropagita, los metafísicos de la Abadía de
Saint-Victor, Alberto Magno, y tantos otros, afirman que la acción es en
realidad una contemplación de segunda categoría. Claro que esto suena raro en
esta época, pero es que estamos en una época de quinta categoría. Hay que
considerar que ese pensamiento no es un desprecio de la acción tampoco, le da
más importancia. Tu pregunta me ha hecho explicitar ahora por qué a un poema
sobre la arquetipia histórica peruana le puse el título “Extasis del Incarrey”,
y porqué estoy pensando en publicar una antología de textos sobre el tema, más
algunos inéditos, con el título “Los Extasis del Incarrey”.
Esa fuerza en tu
poesía se configura muchas veces con lo épico. ¿Cómo nace esa vocación por las
gestas?
Lo épico obviamente es una dimensión
cimera de la poesía. Implica lo grandioso puesto en riesgo de muerte y
catástrofe. Lo épico es la patria grande de las cualidades de la Poética maior
de la que hablábamos, de la grandeza de alma y del entusiasmo sagrado clásicos.
Personalmente me atrae enormemente el espíritu épico, he practicado el kendo
–esgrima japonesa- y el paracaidismo deportivo. De los veinte a los treinta
años me dediqué a coleccionar todas las epopeyas, cantares de gesta y obras
épicas que pude. Es lo único que he coleccionado en mi vida, junto a libros
sobre mística. Me interesa sobremanera la cumbre épico-mística, cumbre de la
conducta humana, cumbre equilibrada, nada que ver con el fanatismo
fundamentalista. En esa cumbre sabia se hace realidad la dimensión
trascendente, se ejercita verdaderamente la visión trascendente, no como mero
interés cultural, es decir, es cuando verdaderamente se valoriza algo más que
la vida. Y es épico-mística cuando ya no es por motivos meramente humanos.
Tenga uno las ideas que tenga, es admirable el lema que figuraba en la cartilla
de los requetés carlistas: “Ante Dios nunca serás un héroe anónimo”. Imagínate
que algunos santos hacían el sacrificio de no pensar en la muerte, pues eso los
llenaba de felicidad, la muerte es el umbral de la felicidad total, para los
santos por supuesto.
Pues bien, está el tema de la épica
en el siglo XXI. En el siglo pasado alcanzar el nivel épico fue la preocupación
de Pound, de Walcott, de Neruda, de muchos otros. Para mí alcanzaron el nivel
de la pre-épica y de la épica minor, o sea, la de las baladas narrativas y
romances viejos, o de los poemas didácticos. El glorioso conglomerado de los
Cantos de Pound es una amalgama de brillante lírica, de bellos relatos, y hasta
de doctrinas extrañas. El Omeros de Walcott tiene unidad, tiene un lenguaje
fulgurante, pero sus personajes, muy interesantes, son insignificantes para el
nivel epopeya, es un poema narrativo magnífico, nada más. Lo mismo se podría
decir de otros intentos en inglés, con un lenguaje además muchas veces
demasiado sofisticado para un gran poema épico que debe ser asequible. El Canto
General de Neruda es una admirable colección de relatos y odas, algo así como
la síntesis de La Leyenda de los Siglos y Les Châtiments de Hugo. El que es
considerado el mejor libro de Vallejo tiende fuertemente a lo épico. Hay muchos
otros intentos en varias lenguas, de varios griegos por ejemplo, como obligados
por su glorioso antecedente. En el Perú tengo tres estimados amigos y grandes
poetas que siempre piensan en ello. Han llegado o están llegando a las orillas
de la épica y les deseo el mayor éxito. Cuanta más inquietud por la épica,
mejor. Yo estoy recién empezando mi expedición.
Soy un gran admirador de la novela
pero hay algo de cierto en lo de Menéndez Pelayo cuando dice que “la novela es
la epopeya bastardeada”. Es muy fuerte decirlo, pero en realidad los últimos
cuatro siglos no han merecido epopeyas, han merecido novelas, muchas de ellas
excelentísimas por cierto, y hay mil cosas que la novela puede expresar y que
quizá la epopeya no, pero lo que la novela no puede expresar es lo mayor, lo
que la epopeya sí puede. Digamos que la mitad inferior del cuerpo puede hacer
mil cosas que no puede hacer la mitad superior, pero esas mil cosas son
inferiores a las cosas del cerebro y el corazón. Es un hecho. Claro que ambas
partes son indispensables y deben de coordinar, pero ha habido un prejuicio y a
la vez una incapacidad frente a la epopeya.
Es fuerte decirlo –los españoles me van a matar- pero las novelas de
caballería son una especie de decadencia, o de caricatura, de los cantares de
gesta, y El Quijote es una caricatura de esas caricaturas, novela muy humana
por cierto, pero humana minor, casi infra –los españoles me van a matar-. El
verdadero prototipo español no es el Quijote ni es Sancho, es El Cid, muy
humano también, pero superiormente humano, no es loco, ni tonto, ni iluso, ni
mediocre, ni cobarde, ni objeto jamás de risa despectiva.
Un verdadero épico es algo así como
un general en el ejército de la poesía. Yo soy un mediano oficial de infantería
pero estudio las grandes campañas de los Césares de la poesía épica. Hace unos
días terminé de escribir un poemario, saldrá publicado a fines de setiembre, se
llama “Estados Unidos Celestes – Aerodinámicas a la Poesis Mystica”, son una especie
de himnos a la poesía mística, con lenguaje experimental. Y he sentido que voy
a descansar de los textos tipo himnos y “visiones”. Fíjate que, acabando esta
colección, me he visto con las manos libres para releer y meditar un largo
poema narrativo, de lenguaje fluído, que escribí el año 1996 y lo guardé en
sobre lacrado, para dedicarme a otros poemarios en camino. Mi pretensión
excesivamente soberbia, una verdadera locura, es la que ya te has dado cuenta.
Se diría que todo eso de la Poética maior
y de la epopeya es tema -además de pretencioso- anticuado. Pero lo antiguo no es
necesariamente anticuado. El teorema de Pitágoras o la proporción Pi son
antiguos pero no anticuados. Las estrellas que vemos son en realidad un
espectáculo antiquísimo, pues están a miles y millones de años luz, vemos lo
que eran en esa época, cuando comenzaron a emitir su luz, sin embargo, la luz
de las estrellas no es anticuada. En todo caso, mi poema está ubicado en el
siglo XXV o XL de nuestra Era.
Es interesante este
punto, sobre lo épico, pues yo veo siempre a tu poesía como una lucha incesante
con las tinieblas, por alcanzar esa eternidad anhelada. Y esa lucha avanza
entre tiempos, unos de esplendor, otros de decadencia; uno antiguo y a veces
mítico, y otro moderno y deshumanizado. Esta lucha atemporal busca también su
forma, su lenguaje. ¿Cómo llegaste a crear esta estética multidimensional,
multilingüística en los usos del latín, del quechua, del inglés, etc., y de diversas formas tradicionales como el
soneto, las diferentes métricas, hasta el uso de la poesía concreta o visual.
Además de las citas, el coloquialismo, el lenguaje culto y el popular, etc.? Sé
que he aglutinado varias cosas, pero, vamos, podrías revelarnos un poco tus
secretos.
Bueno, sería interesante aclarar que
lo moderno en sí no tiene nada de malo, más bien tiene la ventaja de lo
presente, el problema es que muchas viejas monas se disfrazan y se maquillan de
modernas para usufructuar del prestigio natural de lo moderno en sí. Un ejemplo
clerical es la llamada “misa moderna” -algunos clérigos me van a matar-, que no
era sino la antigualla que ya habían hecho en el siglo XVI en Inglaterra,
Escandinavia y parte de Alemania. He leído que por los sesentas un grupo de
grandes representantes de la cultura occidental, me acuerdo que había católicos
como Auden y Tolkien, y no-católicos como Eliot, Pound y Borges, firmaron una
carta a Paulo VI para que conservara la liturgia en latín, no por
consideraciones teológicas, sino por considerarla parte importante del gran
patrimonio cultural de Occidente y de la Humanidad. No hubo respuesta. La
liturgia en latín estuvo prohibida en las parroquias hasta los ochenta, en que
hubo un “indulto” para poder celebrarla, pero ya los ociosos no se van a dar el
trabajo sagrado de aprenderla. Habiendo cosas tan importantes como el Office y
el Excel. En todo caso, como con la épica, esta época ya no merecía contemplar
algo de tanta belleza como era esa liturgia. Pero no te preocupes, no voy a
seguir con ese tema.
En fin, me dices que percibes una
“lucha atemporal” “por alcanzar esa eternidad anhelada”, lo has formulado muy
bien. La idea de unidad, por ejemplo, no tiene tiempo. Luchar por la unidad de
los aspectos humanos, por ejemplo, sin excluir los sublimes, es algo que no
tiene plazo, y que remite a unidades cosmológicas y metafísicas más generales,
todo ello reflejos que remiten finalmente a la unidad y unicidad divina,
inmutable e intemporal, que a la vez es como el apogeo infinito y vital de
todo.
Sobre el multilinguismo, así como el
latín es una especie de memorándum de la eternidad para Occidente, el quechua a
su manera lo es para el Perú. A parte de que es una riqueza valiosísima, ya
quisieran otros países de América –México y Estados Unidos, por ejemplo- tener
una lengua oriunda hablada por millones, y acá no le damos importancia, o se
intenta a veces manipular con fines negativos. El inglés es símbolo de la
actualidad, aunque evoca en algo lo shakespeariano. A veces uso frases de un
idioma medio inventado, medio provenzal, como “memorándum” de un tiempo
indefinido.
El soneto lo aprendí a los once, más
o menos, y me propuse escribir como ejercicio diez sonetos diarios, imagínate
la barbaridad, los escribía en la cama, en el ómnibus del colegio, durante las
clases. Total que se me grabó el formato. Hace muchos años que ya no me gusta
escribir sonetos, pero a veces se me salen, salen algunos poemas en dirección a
soneto ya desde el primer o segundo verso, es como haber practicado en la
juventud un estilo de hacer un deporte y después te sale durante el juego, años
después. Pero entonces he querido hacer sonetos que lo sean enteramente
clásicos en su formato pero con lenguaje experimental, con sintaxis
experimental. Soy gran partidario de la
poesía visual pero me falta mucho. ¿Qué más? ¿Coloquialismo? Claro, piensa que un clásico por excelencia
como Racine se paseaba por lugares populares, en botes por el Sena, para
recoger frases del lenguaje coloquial. Es una fuente inagotable. Claro que hay
que conocer muy bien los lenguajes cultos, entre otras cosas para no repetirlos
inútilmente, para ser más lúcido. Creo que no hay algún secreto, más bien la
estoy haciendo larga. Qué pensarás de todas las barbaridades que he dicho.
La grabadora aguanta todo.
En tu segundo libro
Tratados omnipresentes. Perfect Windows leemos: “casi no existe lo creado:/ lo
creado está más en lo Increado/ que en sí mismo”. Aquí, aparte de desarrollar
una poesía de antiguo género como la didascálica de tema sapiencial, nos
impacta el conocimiento de lo humano que hay; es decir, para darnos cuenta que
el desarrollo tecnológico, por ejemplo, no llegará a satisfacer las demandas
más esenciales del hombre. ¿Cuál es la relación actual del hombre con lo
sublime y lo trascendental? ¿Cuál es la relación del poeta con su mundo en la
actualidad? ¿El poeta cumple alguna función?
El hombre actual vive con el alma
ahogada por un ambiente que tiende a incompatibilizarlo y antipatizarlo con lo
sublime y lo trascendental, por lo tanto también con la poesía, que cuando
tiene sustancia es afín con lo sublime y lo trascendental. La antipatía muchas veces es con los aspectos
“disciplinarios” de lo sublime, como si lo sublime no tuviera el yugo más suave
y la carga más ligera, comparados con las pesadas cadenas de la vida superficial.
Pero lo sublime y lo trascendental son una dimensión natural e irrenunciable de
la naturaleza humana, y hay todo un sector de la población que
intermitentemente siente el llamado de su naturaleza superior, de la dimensión
mayor de su naturaleza. En este mundo actual el poeta muy influenciable puede
tender también a rechazar lo sublime y lo trascendental, pero su propia
condición de poeta, si lo es verdaderamente, lo hace representante, aunque sea
muy a contragusto, de lo sublime y trascendental. Es como un sacerdote, que
aunque esté celebrando una misa negra, recuerda a todos el mundo sagrado. O
como un ángel rebelde que, por más abominable que sea, ostenta a pesar suyo la
alta inteligencia de la naturaleza angélica. Pero la función propia del poeta,
en toda época normal, es decir en toda época que asume lo sublime y lo
trascendental, la función propia del poeta es la de ser canal, ser puente, ser
transmisor de lo sublime y encantador de lo cotidiano, de lo ceremonial
también. Y en esta época anormal y enferma, demencialmente profana, de ínfimos
horizontes espirituales, es aún más grave y conmovedora la presencia del
poeta. ¿Cómo transmitir a los sordos, a
los presos de la Circe de la pseudo-modernidad? ¿Cómo es en lo invivible?
Sé que quedan
cortas estas preguntas. Sólo haré un acercamiento a tu tercer libro, Pachak
paqari. Épicas del trono del sol, libro en el que la experimentación se despoja
un poco de las formas tradicionales, en el que el lenguaje se “barroquiza” aún
más; por ejemplo: “… lloqsiy perurgens en cóndores/ exsurgens en caballeros
luces y oídos en incas/ reyes y en orejones oidores honor a mentas y pacha”. Lo
que llama más la atención es esa conjugación del mundo occidental con el andino
del primer cantar Palacio los siglos siguientes. Trance apocalíptico del
Incarrey. ¿Podrías partir de allí para ahondar luego un poco en los otros dos
cantares de este tu último libro editado?
El subtítulo “Épicas del Trono del
Sol” está muy pretencioso, son sólo pre-épicas, o épica minor como pueden ser los
decretos del segundo cantar o los semi relatos o las semi arengas del primer
cantar. Pero he apuntado hacia la épica
de lo andino; bueno, yo tengo antepasados andinos, vengo a ser de lo que
llamaríamos Lima Profunda. Pero mi origen no tiene importancia, lo andino es un
tema que me gusta y yo escribo sobre lo que me gusta, así fuera yo chino o
nórdico. Desde pequeño me fascinó el mundo tan poético de las danzas andinas y
de los mil aspectos de lo andino. Venía tomando apuntes y apuntes hasta que
encontré el lenguaje y el ritmo que me parecieron consonantes con un tema tan
complejo y tan grandioso, a la vez tan delicado, tan lleno de aristas y
sensibilidades. He querido resaltar el tema de la grandiosidad auténtica, una
clave que supera todos los malentendidos y complejos, la grandiosidad objetiva
y aún no expresada y explicitada lo suficientemente. He querido hacer un
esfuerzo en ese sentido, pero fue con mucha fluidez, con mucho entusiasmo, con
mucha alegría; ha sido reconfortante poder expresar en algo esa grandeza
soterrada y sintética.
El lenguaje es como fragmentado y
reconstituido, como un mármol ocre reconstituido, para mostrar muchos “flashes”
pero diciendo claramente muy poco. En ese primer cantar la frase no es unitaria
como bala, cada una es como una rociada de perdigones. El tercer cantar está en
un lenguaje más simple, una literatura para el público juvenil. Un complemento
como para animar con himnos a la gente del futuro, para que asuma esa grandeza
auténtica. El segundo cantar es una colección de “decretos”, pero sólo figuran
los considerandos, y dejan abierto el camino para otros “decretos”. Una especie
de pre-corporificación, pre-institucionalización de la grandeza expuesta en el
primer cantar. Se ha pasado el tiempo. Por primera vez he sentido algo del
gusto que deben tener los que escriben memorias. O de los que explican su
propia poesía. Te lo agradezco mucho. Llegó la hora de despedirnos, Miguel,
disculpa tantas vanaglorias, tantos improperios, tantas herejías cívicas,
culturales y filantrópicas.
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