Montserrat Álvarez
¿Cómo ves, a más de
diez años de publicado, tu primer libro de poemas Zona Dark?
Lo veo como siempre lo vi. La
pregunta parece insinuar que el tiempo pudo haberlo desgastado. Eso sucede con
los utensilios, por ejemplo, y en general con las cosas. Pero, que yo sepa, eso
no pasa con las obras de arte. Lo que hace que sean “obras”, y no meras
“cosas”, es precisamente esa inagotable reserva de sentido, por así decirlo,
que permite que se sustraigan a la acción del tiempo y su efecto de “desgaste”.
No hay obra de arte digna de tal nombre susceptible de obsolescencia. Lo
característico de la estructura cronológica, digámoslo así, de un poema
merecedor del título de poema es su persistente contemporaneidad, su carácter
de “cada vez nuevo”, que sobrepasa la circunstancia temporal, espacial o de
cualquier índole de su factura efectiva, mal que le pase a la “consciencia
histórica”. Más allá de la simultaneidad fáctica del autor y el lector en el
momento preciso –“histórico”- de la escritura, un auténtico poema no se resigna
a nada menos que a la perenne simultaneidad. No ignoro que los malintencionados
–que siempre me circundaron- hablarán, ante esta declaración, de “ingenuidad” y
de “falta de autocrítica”. Allá ellos, incluso si tienen razón –algo tienen que
tener, ya que no poesía-. Hubo, desde el primer momento, poemas (me refiero al
caso de “Adveniat” o de “Rey Subterráneo”, por ejemplo) que tienen más que ver
con la estética satánica del heavy metal que con la “alta literatura”, y nunca
pretendieron otra cosa. Hay otros –la mayoría, en mi opinión, que creo
ecuánime- que pueden resistir el embate de cualquier pretendido “análisis
crítico” y reducirlo a polvo. Esto fue así y lo sigue siendo. No cambiaría ni
una línea.
¿Cómo ha ido
desarrollándose posteriormente tu poesía?
Como siempre, si es que se puede
hablar de desarrollo en el terreno de lo imprevisto, de lo intempestivo, de lo
ajeno a cualquier posible planificación e incluso a la volición y a la
consciencia. Yo no me “dedico” a la poesía, como si ésta fuera un objeto de
estudio o una disciplina que se pretende llegar a dominar, ni pretendo que mi
poesía siga una línea de desarrollo ascendente, al modo de un “progreso”, o que
evite una línea descendente, al modo de una “decadencia”. Con cada poema que
escribo escribo por primera vez, como si nunca lo hubiera hecho, ni nadie antes
que yo. Por ende, no creo conveniente hablar de “desarrollo”. Mi escritura es
absolutamente irregular y permanentemente inédita. Esto, a mi juicio, excluye
la noción de “desarrollo”. Si hay cambios, los hubo desde el principio: basta
con leer Zona dark, que es un libro radicalmente heterogéneo. Yo hablo por
primera vez al decir cada poema.
¿Qué relación
existe entre poesía y filosofía?
Mi querido amigo, esta pregunta
exigiría una respuesta en veinte tomos. Mi capacidad de síntesis de momento
flaquea ante las implicaciones de tema tan vasto. Si no te molesta, te
adjuntaré como apéndice un artículo que escribí hace unos años a dos manos con
mi esposo, el poeta paraguayo Cristino Bogado, y que se publicó en Brasil, en
la “Folha de Povo” de Mattogrosso do Sul, tras ser impartido como conferencia
en un encuentro internacional de poetas, y que sumariamente aborda la cuestión,
sin agotarla, por supuesto.
¿Publicaste
también, antes de partir, un libro de relatos, ¿sigues escribiendo narrativa?
No lo publiqué antes de partir, sino
después, aquí, en Asunción. Cuentos clásicos, fantásticos o de misterio, como
quieras llamarles, de factura aristotélica: exposición, nudo y desenlace.
Cierta aversión momentánea por la literatura “experimental” (¿qué literatura no
lo es?), o más bien por los esnobismos de su enrarecido entorno, me llevó a
abrazar la digna tradición del apólogo occidental tal como la “desarrollaron”
Chéjov, Poe o Maupassant, por ejemplo. Sí, sigo escribiendo narrativa. Por mi
inveterada pereza, aún no he concluido una novela corta que empecé hace un año
y abandoné a los pocos meses, pero que espero retomar: Cosmos 19. La idea es
por demás simple: aparece un anuncio en el diario, en la sección de
“Clasificados”, algo así como: “Si la vida ha perdido todo encanto, sentido y finalidad
para ti, y si estás absolutamente desesperado, y sólo si realmente lo estás,
ven a verme. Soy la última puerta que tendrás que tocar. Edificio Cosmos, piso
19, tal dirección, tal día, tal hora de la noche. Pregunta en portería por el
señor Lukaziewicz”. Es la historia de los singulares personajes que se reúnen
en ese piso aquella noche, esperando a un Lukaziewicz que por momentos tiene
las trazas de un Godot –excepto porque termina acudiendo a la cita-. Y, por
supuesto, están dos viejos proyectos míos: las Fábulas inmorales –llegué a
escribir dos o tres, con sus correspondientes “inmoralejas”- y La casa sobre el
acantilado y otros cuentos del ciclo mítico de Cthulhu.
¿Por qué te fuiste
del Perú? ¿Nos podrías contar de tu vida actualmente?
Me fui de Perú porque mi familia
vino a vivir a Paraguay y en aquella época yo no tenía medios de subsistencia
propios, pero, sobre todo, no poseía el mínimo sentido de la realidad preciso
para sobrevivir o para saber cómo atarme los cordones de los zapatos, dicho sea
esto sin ningún ánimo de exagerar. No puedes imaginarte lo despistada que era
–y que soy- para las cosas más elementales, hasta caer francamente en lo
patológico. Bueno, eso ha cambiado actualmente: me valgo de mis propias garras
para ir tirando, y no lo hago tan mal. Tengo alguna cátedra en la facultad,
algún seminario por aquí y por allá –ahora estoy terminando uno sobre estética
y hermenéutica en el centro cultural de España (pagan bastante bien)- y otras
chambitas (o, como se dice en Paraguay, changuitas), sin contar con los
ingresillos de mi esposo, que trabaja en cuestiones editoriales (ahora está
inaugurando su propio sello, Jakembó Editores –para cualquier contacto con él
con miras a publicar: jeestunautre@notme.com), y, en fin, que el cuero da para
correrse unas cuantas juergas. Estoy llamando “esposo” a Cristino porque a mí
me apetece hacerlo así, ya que formalmente no hemos pasado por ceremonia alguna
–pedir permiso a la iglesia (ceremonia religiosa) o al estado (ceremonia civil)
para hacer lo que yo quiera me parece una humillación intolerable y nunca
podría someterme a ello-. Mis padres siguen en Asunción, pero yo ya no vivo con
ellos, sino con Cristino en un departamento del barrio Sajonia, barrio antiguo
y pintoresco. He viajado bastante en estos años, por invitaciones a congresos
en Chile, Argentina (en este caso, con mi esposo, que también estaba invitado),
Washington, Venezuela y una serie de lugares entre los que lamentablemente sólo
una vez –en el 97- se contó Perú. He publicado, después de Zona dark, Doce
esbozos haitianos y un cuento andino (los apólogos clásicos arriba mencionados,
en coautoría con mi padre, Félix Azofra) en el 94 , Espero mi turno (novela
corta de terror, muy lovecraftiana, aunque con reminiscencias de la casa de Usher
de Poe, un verdadero pastiche posmoderno, si se quiere) en el 96, El Poema del
Vampiro (libro agenérico, por así decirlo, mezcla de filosofía, narrativa de
ficción y poesía que Cristino calificó en su momento como un “diálogo platónico
gótico”) en el 99 y por último, en diciembre del 2000, un segundo libro de
poesía llamado Underground.; los dos últimos títulos con la editorial Arandura , Asunción-Paraguay
;y lo pueden chequear y, acaso, pedir que se lo envíen, en la página de la
editorial que es: http://arandura.pyglogal.com y el correo del mismo es:
arandura@telesurf.com.py .Ahora estoy
preparando –calculo que para el primer semestre del 2005- un ensayo de mediana
extensión, básicamente reflexiones sobre la experiencia estética, y más
específicamente sobre la artística, desde la filosofía. Si algún amigo de los
viejos tiempos, dicho sea entre paréntesis, o, por qué no, algún nuevo amigo
lee esto y tiene algún interés en comunicarse conmigo, mi dirección electrónica
es madameratt@yahoo.com.ar. Más novedades: en los primeros meses del 2005
saldrá un CD-Room de poesía peruana actual en Buenos Aires; ahí leo algunos
inéditos en voz alta. La página de la editorial es www.simehiereunrayo.com.ar.
Mi última aparición pública en Asunción fue el viernes pasado (26 de
noviembre), pero no como poeta sino como dibujante (dibujé, para la carátula de
un libro de Cristino, un mítico naipe número XXIII de un mítico tarot –el tarot
hasta ahora conocido, entre arcanos mayores y menores, tiene sólo XXII cartas).
Te adjuntaré el dibujillo; es divertido. También, desde luego, algunos
inéditos, las fotos que me pediste y el prometido “anexo” sobre la pregunta 3.
No abusaré más de este espacio, pues creo haberme extendido en exceso. Un
saludo, viejo amigo Ildefonso, y ahí nos vidrios en cualquier momento.
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